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"Siempre sentí la necesidad de dedicarme a la contemporánea"

  • El clarinetista sevillano Camilo Irizo y el conjunto Taller Sonoro presentan en el sello barcelonés Columna Música un álbum dedicado a obras para clarinete de Luis de Pablo

El clarinetista Camilo Irizo, hace unos días en el centro de Sevilla.

El clarinetista Camilo Irizo, hace unos días en el centro de Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

"Estaba sólo en Segundo o Tercero de clarinete y cuando subía las escaleras del Conservatorio me quedaba embobado escuchando a los mayores tocar una música muy extraña. Pero a mí me encantaba. Era el método de clarinete de Julián Meléndez, un libro de la primera mitad del siglo XX que hoy seguimos usando en el Superior, y que trata el cromatismo hasta la saciedad. En aquellos años era una música rara para un conservatorio". Así se expresa el clarinetista Camilo Irizo, natural de Pilas y miembro del conjunto Taller Sonoro, que presenta ahora un disco dedicado a Luis de Pablo (Bilbao, 1930), una de las grandes figuras de la música vanguardista española del último medio siglo.

-El clarinete está muy asociado en Sevilla a las bandas, y a usted le dio entonces desde el principio por la contemporánea.

-Exacto. Yo quería seguir tocando el clarinete para hacer ese tipo de música. Y de hecho, estuve en Málaga con Rafael Díaz, que también es clarinetista y ha trabajado mucho con la electrónica y hecho música muy de vanguardia, para que me enseñara las técnicas más modernas. Luego yo las fui desarrollando por mi cuenta. Fui en gran medida autodidacta. Pero siempre sentí la necesidad de dedicarme a la contemporánea.

-En el año 2000 se funda Taller Sonoro, y usted figura ya en la nómina inicial del grupo. ¿Cómo fueron los inicios?

-El primer año dimos un concierto: se tituló Five, por la obra de John Cage y porque empezamos siendo cinco (clarinete, saxo, flauta, piano y percusión; violín y violonchelo se añadieron después). El segundo, hicimos alguna cosa más, pero poco. Fue a partir del tercer año, con nuestra vinculación a la Cátedra Manuel de Falla, cuando el proyecto se consolidó. Ahí conocimos a José María Sánchez Verdú, que nos propuso hacer con nosotros una idea que tenía a partir de música de Guillaume de Machaut. Ese proyecto creció al incorporarse a él otros dos grandes compositores españoles, José Manuel López López y Elena Mendoza. Ese fue nuestro despegue.

-Unos 15 años después de aquello el resumen es…

-Pues, entre otras cosas, casi 200 estrenos.

-A veces se ha criticado que el grupo se dedica a hacer obritas cortas de compositores casi desconocidos y poco relevantes.

-No es cierto. Por ejemplo, en el Teatro Central hemos tocado música de grandes compositores; este año, sin ir más lejos, Sciarrino. Hemos hecho a todos los grandes maestros españoles actuales: De Pablo, Camarero, Sánchez Verdú, Mendoza, López López, Erkoreka, Soutullo, Parra... Lógicamente hemos de tener en cuenta también nuestra plantilla limitada; no somos un gran ensemble. ¿Grandes clásicos de las vanguardias? Cuando hemos tenido capacidad por plantilla y recursos para hacerlos, los hemos hecho. Dicho esto, nuestra orientación es centrarnos más en la música que se está haciendo ahora mismo. No podemos criticar la ausencia de música contemporánea en las programaciones convencionales y marginar a los compositores jóvenes porque aún no sabemos lo que quedará de ellos. Hay que hacer esta música. En cuanto a lo de la brevedad, es una realidad que la inmensa mayoría de las obras que se hacen ahora para ensembles como el nuestro no suelen pasar de los 10-12 minutos.

-Este es sólo el segundo disco del grupo.

-Sí. Es un trabajo muy meditado. Esperamos que se vea la evolución tanto técnica como musical de todos nosotros desde el anterior, un monográfico dedicado a César Camarero [en el desaparecido sello Anemos].

-Son obras de Luis de Pablo compuestas entre 1977 y 2014, casi una clase sobre la evolución de la música del compositor.

-Totalmente. De Oculto a Nubilus hay una gran progresión. Oculto es una obra para clarinete bajo, muy conceptual, además de ser la más virtuosística del disco, pues la técnica del clarinete bajo se estaba desarrollando por entonces. Es un encargo del holandés Harry Spaarnay y técnicamente es muy difícil. Le sigue J.H. (1983-84), para clarinete y violonchelo, que es la obra que más me ha gustado grabar y escuchar. Dentro de ella también hay mucho contraste: Taracea es todavía muy conceptual y sin embargo termina de forma festiva, con un Tango. Al final, en Nubilus, que es un sexteto, la melodía ha tomado ya una clarísima preponderancia, aunque persiste el tratamiento virtuosístico de los instrumentos. Y entre medias hay piezas como Bok (2007), para clarinete bajo solo, en la que De Pablo mezcla elementos conceptuales con elementos melódicos extraídos de una melodía popular zamorana, que sirven como hilo conductor y la alejan notablemente de Oculto. O como Un diálogo cordial (2010), que es un divertimento muy breve para dos clarinetes. Me gustó el título y lo cogí para el disco. Quería que este álbum fuera nuestro diálogo como Taller Sonoro con Luis De Pablo, un diálogo que empezó hace muchos años y que ha sido muy fructífero. Él ha compuesto para nosotros porque ha querido: Nubilus y otra obra, Gemella dell'acqua, que está aún por estrenar.

-En sus primeros años, Taller Sonoro coincidió con otros dos grupos sevillanos dedicados a la contemporánea, Solistas de Sevilla (ya desaparecido) y Zahir Ensemble. ¿Da una ciudad como Sevilla para tanto?

-En su momento, sí. El ciclo del Teatro Central fue muy potente y tuvo un extraordinario apoyo institucional, pero luego el apoyo decayó y el ciclo bajó su nivel. Había también un ciclo del Ayuntamiento que desapareció. Somos los grupos los que suplimos esas carencias con nuestras iniciativas, que nos exigen un esfuerzo personal y profesional muy alto casi sin compensación. Pero nos gusta, no podemos dejar de hacer cosas porque haya una crisis más o menos grave.

-¿Está inventado todo en el clarinete o aún se desarrollan técnicas nuevas?

-Se usan algunos recursos que no van a conducir a nada, que no aportan nada. No son un slap o un frullato, que son técnicas asentadas en el tiempo. Sin embargo, hay compositores jóvenes que siguen explorando y encuentran algunas cosas. Ahora bien, luego eso hay que meterlo dentro de un lenguaje. Ahí está el quid: tienes que saber hacer música con ese nuevo recurso, convertirlo en algo más allá de un simple ruidito. Creo que todavía hay margen para descubrir cosas, pero lo importante es cómo utilizas eso.

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