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'Señoros' y 'maridas'

La revolución lingüística y semántica que ha traído el feminismo es un caudal de agua fresca que demuestra la vitalidad de las mujeres y la importancia de la lengua

'Señoros' y 'maridas' 'Señoros' y 'maridas'

'Señoros' y 'maridas' / rosell

Las relaciones sexuales masculinas son las dominantes en la sociedad patriarcal. El poder masculino tiene su expresión emblemática en el falo, símbolo de ese poder. El patriarcado es falocrático. La sexualidad de los hombres es la dominante, la femenina no tiene más razón de ser que procrear y darles placer. En aras de la sexualidad masculina se justifican todas las conductas: la prostitución existe porque ellos lo "necesitan". A las putas se las ve, los puteros son invisibles. Cuestionar estas cosas provoca un debate social furibundo y unas reacciones tremendas por parte de los señoros. Adoro la palabra. Sea de quien sea, le rindo homenaje. La revolución lingüística y semántica que ha traído el feminismo es un caudal de agua fresca que demuestra no sólo la vitalidad de las mujeres, también la importancia de la lengua, por mucho que le pese a mi querido Pérez Reverte, "señoro por definición", escribe Lalia González Santiago, con la que coincido en todo menos en llamar querido a Pérez Reverte.

En 1926 se fundó en Madrid el Lyceum Club Femenino, asociación de mujeres que dirigió Maria de Maeztu y de la que formaron parte las mejores de entonces. La escritora Concha Méndez, ilustre miembra de aquella magnifica generación, en sus Memorias habladas, memorias armadas (Renacimiento), dice: "Al Liceo acudían muchas señoras casadas, en su mayoría mujeres de hombres importantes: la mujer de Juan Ramón, Zenobia Camprubí, Pilar Zubiaurre y otras. Yo las llamaba las maridas de sus maridos, porque como ellos eran hombres cultos venían a la tertulia a contar lo que habían oído en casa".

Siempre se han inventado palabras para describir situaciones nuevas que no están recogidas en el Diccionario y pasaran a él o no, según el uso social que se haga. Hoy han inventado señoros, como antes maridas y muchas palabras más. "La lengua es el producto social de cada persona depositado en el cerebro" y permite darnos cuenta del "papel activo que el lenguaje tiene en la configuración del pensamiento, y, por lo tanto, la relación entre el nombre de cada cosa y su significación" (Gadamer)

Todo lo referente al sexo, al lenguaje inclusivo y no sexista, provoca "la rebelión de los hombres". Salen en tropel a decir cosas que no son ciertas, como lo de que para tener relaciones sexuales, ante la modificación del consentimiento que se pretende en el delito de violación, afirman que queremos "un contrato expreso y firmado ante notario".

Cuando hablamos del lenguaje es como si les agrediéramos en "sus partes", disculpen la expresión; ¿por qué tienen los señoros tanto miedo a que queramos un lenguaje incluyente? Porque lo que no se nombra no existe. "La ocultación de las mujeres por parte del lenguaje es una consecuencia directa del ejercicio del poder por parte de los hombres para mantener la estructura social del patriarcado", escribe Mª Luisa Balaguer.

En el año 2006, escribí un artículo que se llamaba La RAE y el lenguaje, y decía: "El lenguaje, como tantas otras cosas, no es neutral. En Andalucía, en el proceso de reforma del Estatuto de Autonomía, se pidió un informe a la RAE sobre el uso del masculino y del femenino en el texto estatutario. El informe desaconseja, por erróneo, que el Estatuto incorpore el "lenguaje de género", diciendo que expresiones como diputado o diputada desvelan desconocimiento" (sic)

La RAE sigue igual. Con 303 años de historia, hasta 1978 no contó con ninguna mujer: En estos siglos han pasado por la RAE 474 hombres y sólo 11 mujeres. Hoy son ocho de 44. ¿Cómo llamamos a esto? "Las reglas de la RAE, con todo el respeto para cuantos la integran y la han integrado, las han hecho sólo hombres y, por lo tanto, no nos sirven a las mujeres, porque no hemos participado en su formulación".

Ignacio Bosque me contestó en otro artículo, La RAE, las palabras y las personas, en el que decía: "Las lenguas no son, en suma, el resultado de un conjunto de actos conscientes de los individuos", añadiendo, además de la famosa "economía del lenguaje", que "la RAE no incorpora las palabras a su diccionario hasta que no adquieren vida propia en la comunidad". De eso se trata, de tener un lenguaje que nos incluya.

En 2012 también desaprobaron las "guías públicas que apuestan por un lenguaje más inclusivo", y harán lo mismo con el informe que ha pedido la vicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo para feminizar el lenguaje en la Constitución. Lo dice Eulalia Lledó, doctora en Filología románica: "La RAE tiene la idea curiosa de que manda sobre la lengua y eso es demoledor". Ya no somos maridas, pero sí estamos haciendo un lenguaje incluyente, aunque no guste a los señoros.

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