Sucesos

De "abuelo ejemplar" a verdugo de sus nietos, la huella de un trágico accidente el día de San José

  • El municipio está consternado por el doble crimen y el suicidio del hombre de 72 años que hacía dos meses había perdido a su hija y a su mujer en la carretera, cuando él conducía el vehículo

  • "Escuché dos golpes, pero pensé que sería un choque de coches o los cohetes de las fiestas", relata un vecino esta mañana

De "abuelo ejemplar" a verdugo de sus nietos, la huella de un trágico accidente el día de San José

De "abuelo ejemplar" a verdugo de sus nietos, la huella de un trágico accidente el día de San José / Antonio L. Juárez / Photographerssports

Consternación, dolor y tensión en el municipio granadino de Huétor Tajar tras la muerte de dos menores de 9 y 14 años presuntamente a manos de su abuelo, un hombre de 72 que se suicidó cuando la Guardia Civil entró en la casa para intervenir, según el relato oficial ofrecido por el delegado del Gobierno en Andalucía, Pedro Fernández.

En Huétor Tajar todo el pueblo mira a la calle Alfredo Nobel, lugar de la vivienda donde sucedieron los hechos. Desde primera hora de la mañana se reúnen delante de la línea acordonada familiares y amigos directos de las víctimas, entre llantos y visibles muestras de tristeza. Nadie es capaz de explicarse por qué pasó. Una de las familiares, de edad avanzada, tuvo que ser trasladada nada más llegar, porque estaba muy afectada. También hubo algún momento de tensión con los medios.

Un vecino que "conocía de toda la vida" al abuelo de los niños contaba que salió a la terraza sobre las 8:30 de la mañana "porque escuché dos golpes, aunque pensaba que era un choque de coches o cohetes de las fiestas. Vi Guardia Civil y ya me encontré con el percal".

Según cuenta, el abuelo tenía una empresa de áridos porque "era el que nos llevaba material, la arena a la obra", cuenta este trabajador de la construcción jubilado. También lo conocía de llevar a a los niños al colegio de la localidad: "Era un abuelo ejemplar, vaya".

Se trataba de una familia unida, conocida y querida en el municipio; pero la tragedia comenzó, según personas del entorno cercano, hace dos meses (el 19 de marzo, día de San José), con el accidente de tráfico en el que murieron la hija y la mujer del presunto parricida, cuando él mismo conducía el vehículo. También iban en el coche los dos menores ahora fallecidos, que lograron salvar la vida, pese a que uno de ellos estuvo ingresado con heridas graves. El único miembro de la familia que aquel día no viajaba con ellos era el padre de los niños, muy conocido en el municipio porque trabaja en el instituto Américo Castro.    

La consternación por esas muertes y la culpa que sentía el hombre de 72 años eran conocidas en el entorno de la familia, pero era difícil imaginar un desenlace como el de esta pasada madrugada. 

Luto en el seno del instituto

La cara más cruel de la vida ha estallado en el seno del IES Américo Castro de la localidad, donde estudiaba el mayor de los hermanos y el sitio de trabajo del padre de ellos, un administrativo que se encontraba de baja, según ha podido saber esta redacción.

Las clases no se han suspendido, salvo las del mismo curso. Sí se ha activado un protocolo y se está avisando a los padres de los alumnos para que acudan al instituto a recogerlos, incluso algunos padres, por cuenta propia, están acudiendo al centro para recoger a sus hijos, aunque no pertenecen al mismo curso. Las lágrimas y los abrazos brotan desde que se supone la noticia a primera hora de la mañana.

La dirección del centro prefiere no hacer ningún tipo de declaración. Quienes sí se han pronunciado han sido algunos de los padres que han acudido a la puerta del Américo Castro, todos con el recuerdo del trágico accidente: "El abuelo, sobre todo después de lo de la mujer, decía que se iba a quitar la vida, pero no pensabas nunca que fuera a hacer eso con los niños", relata una madre a las puertas del instituto.

A la salida del centro escolar, algunos padres que han ido a recoger a sus hijos los consuelan con un brazo al hombro, otros caminan sin más. Pero todos llevan la cabeza gacha y la consternación es evidente.

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