Me agrada el lema de aquel año 68, “Prohibido prohibir”. Soy un firme defensor de las libertades, lo que no significa que no tengan que existir reglas que regulen nuestra difícil convivencia, como en todas las sociedades civilizadas. Pero, una cosa, establecer más reglas de las que resultan necesarias solo produce restricciones en el libre albedrío natural de todas las personas.

Decía Napoleón que imponer condiciones excesivamente duras es dispensar de su cumplimiento. Los que las ponen son los que mandan, nuestros políticos, que en los últimos tiempos le han cogido gusto a regular hasta extremos excesivos, cuando no radicales y que están rozando la opresión. Parece que en lugar de gestionar con eficiencia solo les satisface demostrar su poder con infinidad de normas sectoriales. Nunca ha habido tanta prohibición como ahora.

Es deseable más educación y menos prohibiciones. La finalidad es tener el control absoluto de la sociedad, decidiendo qué se puede hacer y qué no, imponiendo una ideología totalitaria.

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