El Fiscal

¡Carpantas en los balcones de la Semana Santa de Sevilla!

El menú de 150 euros por persona en un balcón de la carrera oficial.

El menú de 150 euros por persona en un balcón de la carrera oficial. / M. G. (Sevilla)

Hay balcones de la carrera oficial que recuerdan por momentos al ambiente de las casas de la calle Estafeta de Pamplona después del encierro de los toros, pero con torrijas y sin chupinazo. Será la inflación o una suerte de decadencia, pero la exhibición de la comida en fotografías de envío masivo forma parte de nuestra vida cotidiana. En el fondo somos como Carpantas. Al mínimo bocado que pillamos lo contamos como si fueran los duros años de la posguerra. Y, claro, en las fiestas mayores se intensifica este hábito. En la Feria todos sabemos que se come y se bebe, sobre todo se bebe. En Semana Santa siempre había más recato y más discreción en el yantar. Pero la sociedad de la globalización, el confort, la sublimación de cierta teoría de la calidad de la vida y otras variedades termina por igualarlo todo por el mismo rasero: el consumo. Hagan un grupo de diez personas, a 150 euros cada una, y a yantar y a empinar el codo toda la tarde. ¡Con camarero propio! Barato parece con la que está cayendo (expresión original donde las haya) con la crisis del sector servicios, que evidencia esa España... que no sirve.

¿No hay una España vaciada? Pues hay una que ni quiere ni tiene interés en poner copas. Lógico, le hemos vendido a la gente que todos pueden ser catedráticos y lo que hemos conseguido es que cualquiera lo sea, que no es lo mismo. Hasta el presidente del Gobierno es doctor copiando textos. ¡Qué más da! Pero no demos más rodeos que con tanto recoveco parecemos cierta cofradía de la Madrugada de regreso a su templo. Suelte usted 150 euros del ala y hártese de chicharrones de Cádiz mientras pasan el Senatus y la Bandera Pontificia. Está bien la posibilidad de elegir a los otros nueve compañeros de balcón, porque las palizas a las que se expone pueden ser de órdago. Todavía recuerdo la que me dio (y no fue le tío del tambor)cierto empresario con un proyecto turístico mientras pasaba la bellísima cofradía de Montserrat. El tío no captaba mis mensajes sobre el escaso interés que generaba el motivo de mi conversación. El tío era el típico que iba a lo suyo, un verdadero impertinente, incapacitado para captar cualquier gesto que suplicaba, rogaba o instaba a un cambio de tercio.

Cuando se ven cofradías con cierta seriedad no es que sobre la saludable cerveza entre una y otra, es que están de más ciertas conversaciones, personas, asuntos y chácharas. La Feria se inventó para hacer negocio con la base de eso que hoy se llama “socializar”. Debería estar penado cuando alguien nos habla de lo suyo mientras admiramos una buena cofradía. La Semana Santa no es tiempo para hablar de estulticias.

La carta es de las buenas: jamón, gambas, queso, caldito del puchero, salmorejo, pescaíto frito variado, chicharrón de Cádiz, carrillada al Pedro Ximénez, montaditos de solomillo al whisky, pastelitos y bebidas. ¡Que no nos falte de ! No es una caseta, es un balcón de Semana Santa. ¡Al cuerno la inflación y las miserias! A beber y a comer que vienen los nazarenos. El vaso en el balcón es señal de estatus como el tío del caballo en la Feria al que hay siempre quien le saca el cubo con las bebidas y la tapa. A beber a los balcones como Carpantas. Y si llueve, ya se sabe: tarde de Rives.