EL TIEMPO Aún se esperan lluvias en Andalucía

PLAYAS Mapa con las banderas azules en Andalucía

Cuatro días de asuntos propios

La carta resuena a ‘la peseta por español’ de Lola Flores para pagar a Hacienda

Quiza usted también recuerde ese momento, en una entrevista en un programa de Canal Plus al Yuyu -–“locutor de radio y autor de agrupaciones del carnaval de Cádiz”, según reza en Wikipedia– en la que, al preguntarle el presentador “¿qué talento admiras más en una persona?”, y tras mencionar dubitativo “la creatividad, crear cosas positivas para la humanidad”, Yuyu, grave y circunspecto, señala como un gran genio histórico al creador de los llamados “días de asuntos propios”, sin desmerecer “otras cositas como la Mona Lisa, Miguel Ángel...”. En la función pública esas jornadas de libre disposición y no computables como vacaciones retribuidas, aunque se cobran normalmente, se llaman “moscosos”, en honor al apellido del ministro Javier Moscoso, a la sazón –qué tiempos– doctor en Derecho, Abogado del Estado y fiscal, que fue ministro de aquella cohorte de máquinas del gabinete de Felipe González, una aristocracia profesional y de izquierdas. Guasa gadita aparte, aquella concesión provenía de una urgencia ineludible: a principios de los ochenta, España sufría tasas de inflación bestiales –en 1983, como es el caso de la medida en cuestión, del 12%–, que hacían inasumible repercutirlas en forma de subidas salarial a los trabajadores del sector público: la pérdida de poder adquisitivo sería compensada con días de asuntos propios retribuidos, sin mayor justificación de enfermedad, decesos de parientes ni otra circunstancia observada en convenios u otras leyes previas.

El miércoles, en una carta, el amo de llaves de la caja de todas las sorpresas –el presidente Sánchez– comunicó al país que se cogía cuatro días de asuntos propios para reflexionar sobre si quiere y debe seguir siendo nuestro máximo gobernante. Algo inédito en la historia política española, y apuesto a que también en la de cualquier otro país. Un gesto romántico, si no fuera intolerable por infantiloide o, peor, por ser una estratagema de marketing político vestida de dolor marital y amor profundo a su mujer, atacada. Tengo para mí que en un porcentaje alto de las veces en que se utilizan los adverbios de modo acabados en mente, sobre todo si se pronuncian con solemnidad y prosopopeya, se está practicando la impostura, la hipocresía y, en este caso, el trile cortesano. “Amo a mi esposa profundamente”: ¡qué necesidad hay de tal confesión merengada! ¿Será su amor tan profundo? ¿Qué asesor áulico de la Moncloa impuso el término “esposa”, obsoleto y poco progresista, para acabar tildando a la profundamente amada Begoña así, en vez de “mi mujer”, que quizá algunos podrían tildar de machirulo y potencialmente subalterno y opresor? Permitan la elucubración, pero la merece –y casi cualquier otra– ese texto dirigido a todos los españoles: como la peseta per cápita de Lola Flores para pagar sus descuidos fiscales.

Nunca sabremos si su burn-out (situación de quemado laboral, pero en consultor) es pasajero: de momento, cuatro días. La vida es eterna en cuatro días sin la agenda de nuestro presidente, atribulado por la instrucción penal de un presunto delito de tráfico de influencias y corrupción privada de su esposa. Según parece, estos cargos no se sustentarán con pruebas, y el caso será archivado. Mientras, nuestro presidente, haciéndose el atribulado, confundido y compungido, y con medio Gobierno haciendo de palmero a su triste cantar, lanza una pelota innecesaria a la cancha pública española. Como si no tuviéramos bastante con tanta bazofia de marketing político, de peleas de perros en comisiones parlamentarias que son un pa na, de elecciones secuenciadísimas por el independetismo fiscal, y de pactos con quienes tienen a España por una teta y un enemigo (y hasta uno repulsivo). Haga usted con sus cartas lo que mi madre con las de las novias o novios que dejaron de serlo de sus hijos: deshacerlas en agua, creando, de las letras, tinta hecha voluta condenada a desaparecer. Eso sí es romántico. No se queden ustedes con la gente tan grandiosamente.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios