Cada uno con su error

El PSOE no logra salirse del relato 'indepe' de amnistía a cambio de investidura, el PP llamando de nuevo a la calle y al “España se rompe”; y Puigdemont, atornillado a la secesión a las bravas y el rechazo a la institucionalidad

Alberto Núñez Feijóo y José María Aznar, en el campus FAES 2023.

Alberto Núñez Feijóo y José María Aznar, en el campus FAES 2023. / Jesús Hellín (EP)

EL debate sobre la amnistía ya está justo donde se esperaba que estuviera: el PSOE tratando de suavizar la posición de Junts, de ganar tiempo y reaccionado con estrépito a cualquier declaración o iniciativa de la derecha con el objetivo de reconstruir el “frente” electoral anti PP-Vox mediante la hipérbole. Por ejemplo, llamando “golpista” a Aznar. La estrategia es evidenciar que el voto electoral es un aval directo a la amnistía, una ventaja moral y política que se autoconcede el PSOE.

A la vez, en estas horas andan los socialistas procurando sortear las presiones internas, que no sólo provienen de los notables: esos que fueron jarrones chinos, después "vieja guardia", posteriormente "los del antiguo testamento" y ahora conocidos como el "PSOE caoba". Jaleados y amados por los mismos medios conservadores y los políticos del PP que tenían sueños húmedos sólo con pensar que Felipe González y Guerra podían acabar entre rejas y ahora acuden a sus homenajes. En todo caso, ya se han despachado a gusto contra la amnistía y en general contra todo lo que huela a Sánchez. En pleno vaivén, Ferraz ha expulsado del PSOE a Nicolás Redondo por sus críticas a la negociación con Junts y la posible amnistía o por apoyar la pertinencia del acto del PP. Absurdo y poco edificante: Redondo ya estaba descontado hacía años como parte del exilio interior del partido. Sus opiniones estaban amortizadas. Y en todo caso expulsarlo por ejercer su derecho a la libertad de expresión es más que cuestionable por mucha norma interna del partido que lo diga. Tan absurdo e innecesario en este contexto como que Redondo no se hubiera marchado ya de un partido que no reconoce como suyo. Pero las presiones -éstas, externas- más complicadas de encajar son las más serenas y razonadas de sus propios votantes: léase a Javier Cercas esta semana y su alegato "No habrá amnistía".

A Canarias con amor

Este deja vu del debate sobre los indultos resitúa a todos en sus posiciones de partida, una vez que los jugadores aceptan que la primera mano, la investidura de Feijóo -26 y 27 de septiembre-, será infructuosa, como lo demuestra la convocatoria preventiva del PP contra la amnistía tres días antes del debate. Queda establecido y reconocido por Feijóo que será Pedro Sánchez quien puede intentar formar Gobierno pagando el precio de amnistiar a los condenados por el procés.

La baza paralela que está peleando el PSOE es convencer a la única diputada de Coalición Canaria, quien quedará libre de compromisos una vez fracase el intento del PP. Con su incorporación al bloque que pretende liderar Sánchez, el PSOE ya sólo necesitaría de la abstención de Junts, lo que alteraría teóricamente la carta a los Reyes Magos que han enviado desde Waterloo. Y, con sutileza, empiezan a deslizar la idea de que igual sacar las urnas de nuevo no es tan descabellado observando las múltiples dificultades que aguardan. Aunque esa opción, a día de hoy, no deja de ser un aviso a Puigdemont previniéndole contra la tentación de malbaratar sus siete votos.

Junts y su acción de oro

Junts, aún sujeto al guión de máximos, está en la encrucijada de mantener las exigencias de Puigdemont o de aprovechar la acción de oro que le han dado las urnas en forma de siete decisivos votos. ERC, que ya plantea negociar la investidura de Sánchez aun sin la amnistía como condición previa, ha evolucionado además hacia la admisión del fracaso de las posiciones unilaterales y la vía secesionista tal y como la plantearon. A la espera, por lo tanto, de saber si el president fugat mantiene el discurso radical. Tiene dos motivos para hacerlo. Como todos los nacionalistas mantiene una relación con la pureza que pide un diván urgente. Mantener el esencialismo del pueblo en rebeldía contra el estado opresor lo convierte en el último defensor del Álamo del octubre de 2017, con su doble farsa: referéndum ilegal y aprobación parlamentaria de la independencia. El otro motivo es estratégico: apartar definitivamente a ERC del camino de los votos indepes a un año vista de las elecciones catalanas. Y tiene un motivo a favor de rebajar sus exigencias que, en su sano juicio, no aceptaría ningún Gobierno español: si no negocia con astucia objetivos que razonablemente pueda ofrecer el Estado sin griparse perderá su última oportunidad de sacar ventaja política siendo lo que es, un tipo fugado de la justicia española.

El PP vuelve a donde solía

El PP también está haciendo lo que suele, aunque con la sorpresa aparejada de la convocatoria de la jornada de protesta contra la amnistía tres días antes de la investidura de Feijóo, que es la admisión implícita de su fracaso anunciado. En la hoja de ruta del PP no falta un solo elemento: Aznar presionando y el presidente del partido reaccionando sensiblemente al empujón aznarí. Resultado: convocatoria para el día 24 en la Plaza de España de Madrid. Es lo mismo que hicieron recogiendo firmas contra el Estatut en 2006 -uno de los detonantes de lo que vino después-, manifestación contra la figura del relator en Cataluña en 2019 o recientemente contra los indultos. No es de esperar que le regalen al PSOE una foto unitaria con Vox como la de Colón, aunque no hay que descartar nada porque el PP es muy de dar oxígeno al adversario cuando peor respira. Para conjurar el riesgo y esquivar a los de Abascal, la convocatoria ha pasado de ser una llamada a la ciudadanía para un acto masivo a un ortodoxo y limitado mitin partidario. El PP es un partido inseguro. Lanza señales permanentes de duda, no sabe qué hacer, mueve las fronteras de su discurso cada mañana y no termina de encajar su relación con Vox, que está en casi todas las decisiones que toma Génova.

Deslegitimación preventiva del TC

Otra de las cosas que suele hacer el PP, además de articular su rechazo a la amnistía a través de todas las instituciones en las que está representado, es dramatizar advirtiendo una vez más que España se rompe. Aznar es el mejor guerrero para ese fin, el mejor dotado para lanzar soflamas apocalípticas sin que se le mueva un músculo de la cara. Ayuso, que hace perfectamente de escolta, le ha dicho al rey, Felipe VI, que "hay un frente que quiere destruir España" como "el del siglo XX". Ayuso es que es muy de interpelar al Rey y meterlo en sus líos. También en 2021 le preguntó si iba a firmar los indultos generando una gruesa polémica y en alguna ocasión también ha dicho que Pedro Sánchez preparaba un golpe contra el monarca. Le gusta manosear a don Felipe, vaya.

Feijóo, por su parte, se ha anticipado y ha advertido que el TC quedará bajo sospecha si valida la amnistía. Vamos tres pantallas por delante, pero las cartas ya están marcadas, como se esperaba. No sabemos si la amnistía seguirá sobre la mesa cuando llegue la segunda manga de las investiduras, ignoramos qué hará el PSOE, no sabemos qué recorrido parlamentario y judicial seguirá en caso de aprobarse y tampoco podemos aseverar qué decidiría el TC. Pero por si acaso, quedan todos advertidos y preventivamente deslegitimados. Y a partir de ahora, ruido, ruido y ruido como si ya se hubiera aprobado y el Constitucional le hubiera puesto el check verde. Además de hacer ruido el PP podría evaluar a dónde le han llevado en las ocasiones anteriores los alborotos que montó en la plaza pública.

Intenciones y hechos

Como estamos en trayectoria de colisión múltiple, el clima político sólo puede empeorar. Veremos qué altura coge la cometa. Cada uno está hoy cumpliendo el guión previsto y bien agarrado a sus errores. El PSOE aceptando el relato independentista de amnistía por investidura. El PP saliendo de nuevo a la calle y proclamando la enésima ruptura de España. Los indepes, atornillados a la supuesta legitimidad de la secesión a las bravas y a su catálogo de imposibles.

Si es que, hipotéticamente, Sánchez tuviera en la cabeza una apertura de juego sorprendente y decidiera no aceptar lo que Puigdemont exige, se envolviera en el discurso del interés de España antes que gobernar en esas condiciones y llamara a las urnas, el escenario cambiaría. Pero ya no está claro que esa estrategia le sirviera electoralmente. En un tiempo de bloques ideológicos, de consignas y de fakes ha quedado establecido que Sánchez está dispuesto a concederle todo a Puigdemont. El PP vendería que el presidente va a las urnas derrotado por la movilización de los españoles y la palmaria inconstitucionalidad de sus supuestas intenciones. Eso, intenciones. Pero en los días que vivimos una supuesta intención equivale a una decisión fáctica. Opiniones y hechos, mundos antagónicos hoy infelizmente fundidos en la fragua del ruido, las noticias falsas y las banderías.

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