La firma del arquitecto

Proteger los edificios creo que pasa por que los arquitectos que los diseñaron sean conocidos

Cuando estudiamos la carrera de arquitectura y en los inicios del ejercicio profesional, oí en muchas ocasiones que los arquitectos solamente firmaban, que el trabajo lo realizaban otros profesionales, como los delineantes proyectistas y los aparejadores. Eran años de desarrollismo económico y pocos arquitectos. Pronto aprendimos que la firma conllevaba también responsabilidad ante cualquier eventualidad en la edificación y que en muchas ocasiones era el seguro del arquitecto el que se buscaba en los pleitos, si es que los había, como garantía económica de daños o defectos. También me di cuenta de que la firma acreditaba la autoría y una cierta manera de diseñar y construir que finalmente reflejaba estilo y creatividad, que era lo que habíamos estudiado.

No es difícil pasear por ciudades y ver en zócalos o entradas de los edificios de los ensanches de finales del siglo XIX y principios del XX, los nombres de los arquitectos que lo han realizado y la fecha de construcción. La práctica de firmar los edificios pasó de moda y comenzó un tiempo de anonimato de los arquitectos que construían las ciudades a partir de los años cincuenta y sesenta, en que los conocidos eran los promotores públicos o privados o el lugar en que se edificaban. Polígonos y barriadas tenían nombre o apellido y si acaso eran de tal o cual promotora o de tal o cual organismo. La Corza, la Barzola, los Carteros, San Pablo, los Diez Mandamientos, Alcosa, etc… Ese tiempo de arquitectos anónimos dio paso al anonimato de la arquitectura, que creemos que no ha beneficiado a nadie, desde luego no a la consideración de la arquitectura como disciplina artística.

Con ocasión de los preparativos del centenario de la Exposición Iberoamericana de 1929, me atrevo a sugerir que se coloquen placas con los nombres de los arquitectos y año de edificación. Primero en los pabellones de la citada exposición y luego en general en todos los edificios de la ciudad de aquel tiempo, para luego seguir avanzando hasta llegar a nuestros días. Aníbal González fue un gran arquitecto, pero no fue el único que contribuyó a que fuera un acontecimiento para Sevilla. ¿Queremos proteger la Palmera o el Porvenir? Un paso previo es identificar a los arquitectos que proyectaron las viviendas que los configuran. Proteger los edificios creo que pasa por que los arquitectos que los diseñaron y edificaron sean conocidos por el gran público. Las placas identificativas de los edificios pueden desempeñar un papel importante como herramientas de protección del patrimonio arquitectónico de una ciudad al reconocer y valorar su importancia histórica, arquitectónica y cultural. Ayudan a sensibilizar a los residentes locales y a los visitantes sobre la riqueza del patrimonio arquitectónico de la ciudad. La presencia de placas identificativas puede ayudar a prevenir la degradación y la demolición de edificios notables, al aumentar la visibilidad y la conciencia pública sobre su importancia. Estoy convencido.

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