Contracrónica de la última de la Feria de Abril

Ese larguísimo clarinazo

Manuel Escribano toreó con valentía y compostura al segundo de la tarde aunque emborronó su labor con la espada. Manuel Escribano toreó con valentía y compostura al segundo de la tarde aunque emborronó su labor con la espada.

Manuel Escribano toreó con valentía y compostura al segundo de la tarde aunque emborronó su labor con la espada. / Juan Carlos Vázquez Osuna (Sevilla)

Confieso mi derrota a la melancolía. Ese larguísimo clarinazo que saluda la muerte del último toro que se lidia en cada Feria de Abril sacude el alma como una trompeta de Jericó. Es una Feria más; también una menos y un año más viejos pero menos sabios. Una muesca más en el revólver, las casillas de los carteles tachadas día a día... toros, toreros, triunfos, fracasos, expectativas y, siempre, el maravilloso marco que presta la deslumbrante plaza de la Real Maestranza durante quince días que parecen una vida entera. Es la misma vida que se puede contar en papeletas de sitio, en viajes deseados y también en esas entradas de corridas que guardamos sabiendo que esconden retazos de nuestra propia existencia y hasta pasajes de esa felicidad inconfundible y conocida que sólo presta una buena tarde de toros.

Escribano dio una auténtica lección sabiendo que tenía que salir de nuevo a tope

Un año más estuvimos ahí para contarlo comprobando que, cuanto más pasa el tiempo, menos sabemos de este maravilloso mundillo de sedas, oros y sangre de los toros que esconde tantos y tantos valores que cada vez tienen menos cabida en la mediocre sociedad actual. La lección de Escribano, que se vistió de torero arrastrando un rosario de lesiones pero sabiendo que no podía salir a la plaza a dar pena, es la primera de ellas. El diestro de Gerena asumió el reto con responsabilidad, sin dar tregua al más mínimo gesto o mueca de dolor y pisando el acelerador como si la Feria estuviera por hacer.

La procesión iba por dentro... Manuel ha pasado por unas durísimas sesiones de fisioterapia para poder enfundarse ese original terno de flores de seda y oro -no era la primera vez que lo vestía en la plaza de la Maestranza- y salir dispuesto a todo en esa interesante y entretenida miurada que estuvo marcada por un argumento fundamental: la entrega indeclinable de una terna responsabilizada.

Que levante la mano el que no haya puesto pegas a la inclusión de El Fandi, un año después de estar anunciado con los de Zahariche y tener que declinar el compromiso por una lesión lumbar. Pues al final no se puede negar que el granadino estuvo metido de verdad en la tarde, que le dio fiesta a sus toros y que tuvo la generosidad de compartir los palos con su compañero Manuel en los cuatro toros que lidiaron.

David Fandila se quedaría muy cerca de cortar la oreja del cuarto, de embestida genuinamente miureña. La única que se concedió al final la paseó Esaú Fernández, hábil e inteligente para buscarle las vueltas y darle fiesta al tercero. Eso sí, el toro de estampa más imponente, exento de esa primacía cárdena que hoy marca las temidas reses de Zahariche, fue el serísimo castaño que hizo segundo. Fue, a la postre, el mejor del encierro y propició la faena de mayor calado artístico de toda la tarde. La iba a firmar, cómo no, el definitivo héroe de la Feria administrando sus viajes largos en una faena bien estructurada, dosificada y dictada con parsimomia que habría merecido mejor premio. Esa espada...

El diestro de Gerena firmó la mejor faena de la tarde a un castaño de imponente fachada

Pero hay que volver a ese clarinazo largo y emocionante que puso la firma a esta extraña Feria que ha marcado una constante: el universo humano que puebla los tendidos del hermoso coso del Baratillo es hijo de su tiempo. Tiempo habrá de hablar de ello... Ahora es el momento de retomar notas, de colocar los distintos triunfos en la prueba de la memoria y esperar el fallo de los más encopetados jurados que se reúnen este mismo lunes para escoger a los mejores de abril. Han sido dos semanas largas de toros y toreros que, más allá de lo acontecido en la plaza, han dado pie a recordar, evocar, divagar y fabular en este puñado de líneas diarias que se han trocado en un verdadero divertimento. Un año más fue un placer...

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