El derbi sevillano | El reportaje

El Betis de anfitrión en el siglo XXI: un monstruo viene a verme

Amistoso final del Betis-Sevilla de enero de 2021, a puerta cerrada (1-1).

Amistoso final del Betis-Sevilla de enero de 2021, a puerta cerrada (1-1). / Antonio Pizarro

El Betis volverá a ser el favorito en el inminente derbi en el Benito Villamarín, que será el número 53, con los verdiblancos como anfitriones, en la máxima categoría del balompié nacional. Los 11 puntos de ventaja sobre el Sevilla tras 32 jornadas consumidas son rotundos, inapelables.

Pero a partir de ahí, entran los matices: en los derbis juegan otros factores que brotan de las mismísimas vísceras para poner en solfa toda lógica. Porque no es lógico que el equipo sevillista sea el menos derrotado en Heliópolis, en Liga, durante el cuarto de siglo XXI que ya casi hemos atravesado. Sólo tres partidos perdidos en veinte comparecencias en el feudo del eterno rival. Como el Atlético de Madrid (tres en sus 19 visitas a los béticos). Y menos que Real Madrid (4 en 20) y Barcelona (4 en 20 también).

Son tan contadas las victorias béticas ante su más encarnizado rival en el recinto de La Palmera desde 2001 que no hace falta un ejercicio de memoria casi sobrehumano, más propio de concursante del Saber y ganar del eterno Jordi Hurtado: aquel 1-0 al final de la Liga 2004-05, ciertamente placentero para el bético porque abrió la puerta al sorpasso hacia la primera Champions del fútbol sevillano (la segunda y última visita de Sergio Ramos a Heliópolis de sevillista); el 2-1 en la Liga siguiente, primavera de 2006, tres días después de que el Sevilla de Juande goleara 4-1 al Zenit en cuartos de final de la que sería su primera Copa de la UEFA; y el último 1-0, que sí recuerdan los béticos más jóvenes, pues sucedió en septiembre de 2018 y lo propició la testa teñida del ídolo Joaquín Sánchez un rato después de aquella tarjeta roja a Roque Mesa. Fue el partido aquel en el que Ángel Haro se dejó llevar por la eurofia y la inexperiencia y habló de “cambio de ciclo” en el fútbol según Sevilla.

El derbi que asoma quizás sea más trascendente para los anfitriones en su lucha por acabar sextos o séptimos, que para los vecinos, que comparecerán con la permanencia atada, un logro muy menor, muy indigno atendiendo al presupuesto del club, pero que va a descargar de mucho plomo sus piernas. Y será un derbi al fin y al cabo.

Así lo refleja la mayúscula petición de entradas de la afición sevillista para acudir a Heliópolis a alentar a los suyos. Más de 10.000 anhelan ese corto y ardiente peregrinaje. Y no es que el Sevilla se vaya a sentir como en casa. Va a tener que soportar un ambiente muy hostil, con los decibelios de más de 50.000 gargantas y el fabuloso colorido del beticismo. Pero la historia reciente dice que en este proceloso mar verde, los nervionenses han solido nadar con una apabullante soltura.

Las cifras acumuladas en la historia de la Liga, con el Betis ejerciendo de local, arrojan una acusada igualdad: 18 triunfos verdiblancos, 18 empates y 16 victorias sevillistas. Y 63 goles hicieron los locales por 62 los visitantes. El factor campo siempre ha pesado menos en los derbis, sea en Liverpool, Madrid, Roma o Milán. Pero en Sevilla, más aún.

Este equilibrio casi absoluto lo ha procurado la insólita competitividad que han mostrado los de rojo (o negro) en este siglo. En 20 visitas ligueras, las referidas tres derrotas, diez empates y siete triunfos. Un 15% acabó con un 1 en la quiniela, un 50% en X y el 35% restante en 2. Con 16 goles béticos y 24 sevillistas.

Tan irrefutable es el dato de que el Betis ha sido mejor equipo que el Sevilla en la pasada Liga y en la actual (los puntos así lo sentencian), como que el segundo suele jugar mejor estos partidos de rivalidad. De hecho, estos derbis en Heliópolis rebaten una de las más conocidas leyes del libro de los lugares comunes, la que dicta que en partidos de este pelaje tan especial, quien marca el primer gol suele dar dos veces: el Betis hizo el primer gol en los tres partidos que acabó ganando, cierto, pero también lo hizo en las Ligas 2003-04 (gol de Alfonso de penalti), 2011-12 (gol de falta de Beñat), 2016-17 (gol de Durmisi de falta), 2017-18 (gol de Bartra en un balón parado) y 2022-23 (Jesús Navas en propia puerta). Y en cuatro de esas veces se le escapó el triunfo e incluso en una de ellas, en 2017, remontó el Sevilla de Jorge Sampaoli con los tantos de Mercado e Iborra.

En cambio, el Sevilla se ha adelantado en el Benito Villamarín (o Manuel Ruiz de Lopera) en ocho ocasiones y en cinco de ellas se llevó los tres puntos en el autobús de vuelta a Nervión: 2002-03 (0-1, gol de Marcos Vales en aquel derbi sin afición sevillista en las gradas), 2007-08 (Luis Fabiano y Fazio), 2013-14 (Gameiro los dos), 2019-20 (Lucas Ocampos y Luuk de Jong) y 2021-22 (Acuña y Bellerín en propia puerta).

En ninguna ocasión remontaron los heliopolitanos si el Sevilla cobró ventaja y sólo en tres al menos evitaron la derrota, aunque en una de ellas, las tablas se celebraron en el estadio como un triunfo: en la Liga 2012-13, Nosa estableció el 3-3 definitivo después de que los sevillistas se pusieran 0-3 en la primera parte. En la 2017-18, Loren hizo el 2-2 final, tras remontar el Sevilla (Ben Yedder y Kjaer), y ese empate también le supo al beticismo a gloria, pues aseguraba Europa y que el vecino acabaría por debajo en la tabla. Y en la 2020-21, a puerta cerrada y con numerosísimas bajas en las filas béticas, Canales restableció la igualada tras marcar Suso. Pero no supo tan bien en el nido bético, ya que Bono le paró a Fekir el penalti que hubiera supuesto el 2-1.

Jamás lanzó tan mal un penalti el gran Fekir como aquella tarde de enero de 2021. En el siguiente Betis-Sevilla de Liga, Guido, un maestro de las medias faltas que no se suelen pitar, metió la pata ante Rafa Mir en el mediocampo y vio la segunda amarilla. Al final, 0-2. Y en el último precedente, el Betis se puso 1-0 y con un jugador más por la roja a Montiel y él solito descarriló con las rojas de Fekir y Borja Iglesias. Regalar al beticismo un triunfo sobre el Sevilla se ha convertido en una obsesión. Y la obsesión es amiga de la sobreexcitación. Con lo pernicioso que es sobreexcitarse en un derbi.

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