Sevilla-Mallorca | La crónica
  • El Sevilla respira por fin tras sumar tres triunfos consecutivos por primera vez en mucho tiempo tras derrotar al Mallorca en una buena segunda mitad

  • El movimiento de Quique Flores en el descanso fue decisivo para la metamorfosis positiva 

  • Las imágenes del Sevilla-Mallorca

Suso por Agoumé, un cambio hace un equipo (2-1)

En-Nesyri conecta un cabezazo excelente para poner por delante al Sevilla. En-Nesyri conecta un cabezazo excelente para poner por delante al Sevilla.

En-Nesyri conecta un cabezazo excelente para poner por delante al Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

Respiro por fin para un Sevilla capaz de sumar tres triunfos consecutivos después de un año sin hacerlo. Sumar nueve puntos de una tacada supone en la parte baja de la tabla clasificatoria la misma vida y eso fue lo que consiguió la escuadra de Quique Flores frente al Mallorca. Bastó con un solo cambio, con la entrada de Suso en el lugar del siempre desacertado Agoumé, para que la metamorfosis fuera absoluta después del intermedio. Ya nada fue igual, la pelota fue de un futbolista vestido de blanco hacia otro con más continuidad y así llegaron los goles de En-Nesyri e Isaac, éste tras un rebote providencial en Raíllo.

Pero el fútbol es esto, tiene idéntico valor cuando la pelota entra por la escuadra que cuando lo hace tras envenenarse para el guardameta al tocar el balón en un zaguero. Eso le sucedió al Sevilla para colocar la barrera del descenso que marca el Cádiz a 12 puntos, nada más y nada menos que 12 cuando sólo restan 18 por disputarse en las seis últimas jornadas ligueras. La salvación no es matemática, pero prácticamente sí es virtual.

Cuando hace sólo tres jornadas el Sevilla caía contra el Celta en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán los pronósticos no podían ser más desfavorables incluso en el seno de quienes más lo quieren. Todo se veía negro, pero el fútbol sólo entiende del día a día y los nueve puntos consecutivos le han servido a la escuadra de Quique Flores para otear el horizonte con mucha tranquilidad y tal vez poder centrarse en disfrutar algo del juego después de mucho tiempo.

Esta vez el gozo llegó en la segunda mitad, pues el primer tramo había sido una película de terror. Bastó con que el técnico decidiera meter a Suso en el intermedio para que todo se volcara hacia el otro lado, para que el Sevilla comenzara a asustar a los baleares. El recién ingresado, por ejemplo, tuvo un tiro en la misma raya del área absolutamente en solitario (49') y los acercamientos comenzaron a crearle dificultades a Rajkovic y los tres centrales que siempre suele utilizar Javier Aguirre.

Ni siquiera el disparo de Radonjic al poste en un error en la salida de Soumaré (58') iba a alterar ese guión. La tendencia era ya claramente local y se convirtió en un hecho con el imperial cabezazo de En-Nesyri en el centro de Suso con la derecha (61'). Después vendría el tiro de Isaac para el dos a cero (75') y todo fue ya cuesta abajo para los anfitriones.   

Primer tiempo espantoso

El Sevilla iba a jugar un primer tiempo realmente espantoso. Con Lucien Agoumé en el mando de las operaciones en el eje central, el índice de probabilidades de que así sea se multiplica exponencialmente y así iba a suceder. Todo responde a la lógica. El francés de origen camerunés es incapaz de darle salida al balón, sólo lo juega en cortito y preferiblemente hacia atrás y cuando lo juega corriendo un poquito de riesgo es capaz de originar un incendio como el que estuvo a punto de costarle el cero a uno a los nervionenses. Afortunadamente para ellos Sergio Ramos salvó casi bajo los palos el remate con todo a favor de Muriqi (28').

Fue la jugada más flagrante, pero el resto era exactamente lo mismo. ¿Y mire usted, a cambio Agoumé es un pulpo defensivo capaz de robar una infinidad de balones al adversario? No, rotundamente no, el medio centro corretea por la posición que se le presupone y tampoco es capaz siquiera de esprintar alguna vez ni para la resta ni tampoco, por supuesto, para la suma.

Encima Nyland tardó muy poco en darse cuenta de que con él no podía arriesgar en la salida por el centro, porque era exactamente eso, un peligro más que real. En definitiva, era complicado que el Sevilla pudiera superarse en ese fútbol espantoso, pero lo hizo, vaya si lo hizo. Fue incapaz de superar la presión ordenada del Mallorca, que tampoco es que fuera a muerte a la recuperación del balón. Le bastaba con apretar un poco a los dos centrales para que Sergio Ramos no se encontrara cómodo y el resto era un suplicio, un verdadero martirio para los ojos de todos los leales a la fe balompédica radicada en el sevillano barrio de Nervión.

También lo era para Quique Flores y para todo su cuerpo técnico, que se veían impotentes para tratar de corregir lo que parecía que no tenía solución si no introducía algunas piezas nuevas sobre el césped. Aun así, el Sevilla iba a tener una oportunidad clara para haberse adelantado en una jugada lanzada por Nyland. El portero noruego conectó con Soumaré y éste le dio un gran pase a Isaac para una de las tradicionales cabalgadas del lebrijano. Sus problemas con la pierna derecha le impidieron dar un pase a En-Nesyri que hubiera sido más letal y el resultado fue un remate prácticamente cayéndose que se estrelló en Rajkovic cuando lo encaró en solitario (43').

El Sevilla había podido ponerse por delante en el marcador antes del descanso, también otra cabalgada de Isaac provocó en el arranque una situación de cuatro contra dos cortada por una clara mano de Mascarell (4'), pero fue un espejismo, entre otras cosas porque Muriqi había sorprendido en la primera jugada tras el saque de centro, concretamente a los diez segundos.

Un cambio, un equipo distinto 

No había que ser un lince para saber que la clave estaba en quitar de allí a Agoumé para retrasar a Soumaré y pasar a jugar once contra once de una vez. Quique y su cuerpo técnico también lo analizaron de la misma manera y el Sevilla pareció un equipo completamente diferente.

Sin ser nada del otro mundo tampoco, sí tuvo el control del juego y la pelota comenzó a pertenecerle. Después del susto antes reseñado de Radoncic, que fue un islote en el desarrollo del litigio en ese segundo periodo, llegaron los dos goles blancos y el respiro profundo de todos los suyos.

Desde ese momento todas las decisiones de Quique tenían como objetivo acabar con la inquietud respecto a la siguiente cita, aunque Gudelj dio el susto con sus molestias en la rodilla y tal vez impidiera la salida de un Badé amenazado con las tarjetas. Paradójicamente, el central francés cuajó una excelente noche con su sentido de la anticipación sobre los delanteros mallorquinistas.

El Sevilla, gracias a los tantos de sus dos delanteros, En-Nesyri e Isaac, sentenció pronto y aunque sólo tenga para festejar haberle dicho adiós al drama del descenso, que no debería ser un motivo de gozo supremo para una entidad con ese presupuesto, menos da una piedra, la verdad. Bastó con un cambio para que once futbolistas se convirtieran en un equipo y eso en el fútbol es algo trascendental.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios