EL REPASO

En los rescoldos de una peculiar y rentable Feria de Abril

El toro es el verdadero centro de la Fiesta.

El toro es el verdadero centro de la Fiesta. / Rubén Melero

Hace una semana se reunían los jurados más encopetados para fallar los premios de la recentísima Feria de Abril, un ciclo poderoso en la taquilla, brillante en el plano ganadero y que ha arrojado una lista de primeros de la clase en la que es difícil escoger. No, no se trata de hacer otro resumen del serial que ya ha sido diseccionado en estas mismas páginas pero merece la pena poner a prueba la memoria para trazar el verdadero rastro de este serial que ya forma parte de la historia de la plaza.

En los cabildeos previos a las votaciones de los premios de la Real Maestranza y los Puerta del Príncipe de El Corte Inglés se comentaban las dificultades para ungir el único triunfador de un ciclo coral en el que, más propiamente, había que hablar de triunfadores. No se puede obviar la sólida Puerta del Príncipe de Miguel Ángel Perera con el único cartucho que manejó -aunque el extremeño ya recorre un camino de vuelta- ni la demostración de autoridad del propio Roca, trocando las lanzas por cañas después de sufrir la indiferencia del público en un gesto, el de matar la corrida de Victorino Martín, que iba a quedar en casi nada por culpa de la pésima gestión de un veto que se le acabaría volviendo en contra.

Luque como triunfador oficial

Roca, además, había quedado opacado por la heroicidad de Manuel Escribano, otro de los nombres propios de la Feria, de muchas ferias… Pero el paladín peruano, más allá de filias, fobias y hasta de su falta de redondez con su primer toro de Victoriano del Río –precisamente al que cortó las dos orejas- supo sacar raza de primera figura para transformar el evidente clima hostil de su segunda tarde por esa Puerta del Príncipe que le devolvía la confianza en sí mismo y confirmaba su autoridad. Hay que volver al mismo asunto, comentado hasta la saciedad: la batalla del relato del indisimulado veto que ejerce sobre Daniel Luque la había ganado el de Gerena hasta ese momento.

Y el de Gerena, que ha medido los tiempos y las declaraciones como nunca en su vida, ha sido elevado a la categoría de triunfador de la Feria en los premios maestrantes y los que entregará El Corte Inglés en la gala del próximo 7 de mayo en los Reales Alcázares. Dejemos a un lado los trofeos y hasta la segunda Puerta del Príncipe de su vida. La insultante capacidad técnica y profesional de Daniel Luque no tiene igual en la nómina actual de los matadores de toros. Las cosas son así y le permitirán navegar a todo trapo en la gran temporada. Madrid, castillo famoso, está a las puertas…

Una faena reveladora

Pero no podríamos hablar de triunfadores sin mencionar el suceso de mayor calado artístico del ciclo, esa hermosa faena de Juan Ortega que sobresale en la memoria y se sitúa en el friso dela excelencia. El matador sevillano, que había ocupado titulares indeseados por su vida privada, iba a hacer honor en Sevilla a su condición de torero más esperado que se unía a esa indeseada notoriedad que, paradójicamente, puede convertirse en una ventaja. La plaza de la Maestranza ya le había contemplado en plenitud con el capote, dictando auténticos recitales. Hasta ahora habíamos vivido meras declaraciones de intenciones pero Ortega le debía a Sevilla, y se debía a sí mismo, un trasteo definitivo que condensara todo su mensaje clásico. Su tauromaquia es intemporal, alada, una reconciliación con el toreo entendido como tratado de armonía… Juan Ortega, sin pelear en la estadística, puede ser uno de los toreros de 2024. El termómetro de la taquilla también le es favorable. 

En el palo de Ortega, con otra envoltura estética, hay que salvar la renovada disposición de Pablo Aguado, látigo de seda con el último toro que estoqueaba –y bien que lo mató- en una Feria que ha servido para renovar confianzas. Pablo puede y sabe… también quiere; no debe temer explorar otros caminos, pasar la raya... La tribu del arte quedaría así reforzada, incluyendo a Urdiales y dejando en su propio limbo a Morante de la Puebla, que ha cumplido cuatro paseíllos sin poder dar ni una vuelta al ruedo, sembrando dudas sobre su ser y su estar. Tiempo al tiempo…

Otras consideraciones

La Feria de Abril también ha servido para constatar el papel meramente funcionarial de esos toreros que siguen vivaqueando en lo que algunos llaman el ‘sistema’. Ahí está el caso de Manzanares, Castella, Talavante… hasta del más joven Tomás Rufo. Las ilusiones que despiertan son meramente descriptibles. Dejamos aparte el extraño caso de Emilio de Justo que, con la estadística a favor y manejando toros potables no ha terminado de redondear dejando dudas sobre su completa recuperación.

La realidad es mucho más sólida y esperanzadora si hablamos de otros matadores como Borja Jiménez que ha pasado por Sevilla con cuajo profesional y sentido de la responsabilidad. Tampoco nos olvidamos de dos de los toreros de la llamada oportunidad. Lama demostró que ha ganado en capacidad y ambición; Calerito dio un verdadero paso al frente que ya le ha servido para confirmar su alternativa y variar algunos grados el horizonte. También hay que recordar que Esaú Fernández cortó una oreja que refuerza su papel de especialista en las duras y en el plano ecuestre hay que subrayar que Ventura puso las cosas en su sitio después de no pocas pachangas de la familia rival. 

De los toros y el público

Pero el ciclo primaveral ha marcado otras constantes como el excelente nivel ganadero de algunas divisas que no contaban, ay Señor, en las preferencias de la crema del escalafón. Los casos de Santiago Domecq –la corrida soñada- y El Parralejo son paradigmáticos aunque la lista de excelencias ganaderas no estaría completa sin el excelente primer toro de La Quinta, al que El Cid le cortó una oreja. ¿Por qué no se rompe la baraja de una vez por todas? ¿Por qué los toreros se ciñen a cinco o seis hierros? La cosa daría para Cuarto Milenio…

Dejamos para el final la deriva del público que sólo certifica la nueva realidad de la plaza que es distinta de un día para otro. Podríamos caer en la melancolía evocando el abono, ese senado que daba carácter al escenario que se marchó, seguramente para no volver. El cliente ahora es otro y es el que ha llenado la plaza poniendo el ansiado cartel de ‘no hay billetes’ hasta en siete ocasiones. ¿Mejor? ¿Peor? Pues es lo que hay. En cualquier caso bienvenidas sean estas ferias de triunfos, por más matices que se le puedan poner. No hace falta recordar aquellas ferias insufribles en las que lo raro era ver embestir un toro o cortar alguna oreja. Mejor así. Que se lo pregunten a Ramón Valencia.

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