Opinión

Don Julio

  • El autor evoca la personalidad del fallecido Julio Anguita

Alberto Revuelta. Abogado

Alberto Revuelta. Abogado

Pro patria mori. Por la patria única y enorme de los abatidos, los sin tierra y sin techo, los miserable, los oprimidos. Los que necesitan calmar la sed, el hambre y anhelan que les hagan justicia.
Este andaluz muerto hoy tenía esa patria dibujada por los profetas bíblicos y los políticos vitales anclados en las patrias concretas pero sabedores que esas son frutos del poder de otros y no tierras de aquellos sobre cuyas espaldas se hacen.
Un comunista, un dialéctico, un marxista de libro, de tesis y de análisis. Un maestro de escuela que sabe desgranar la ciencia para nenes con babi en una banca de madera y discursear a sus padres para que le entiendan y se convenzan de que es mejor el mundo que dibuja don Julio que el que tienen bajo los pies.
Un profesor de Historia, un licenciado universitario, un profesional que no necesita dar coba a políticos estúpidos o hipócritas para ganar elecciones, ir al Congreso, ejercer de alcalde, cambiar su ciudad y regresar a la escuela. Un señor. Un señor que leía y citaba a Juan De la Cruz y a Teresa de Ahumada y a Lenin y a Lain Entralgo y a Jenofonte y a Bloom. Que escribía preciosamente y hablaba como Castelar en su escaño.
Consciente de su dignidad y de la  que ostentaba en el poder civil. Le dijo al obispo Infantes Florido, que lo era de la sede cordobesa, que al no ser creyente el alcalde él no era su obispo, pero que el alcalde sí lo era del prelado por ser un ciudadano cordobés.  
Un corazón apasionado, corajudo, decidido, capaz de negociar con quien fuera para sacar el urbanismo nuevo de la milenaria ciudad califal. Y ahí está, ahí está, ahí está, como si Ana Belén hubiera sido su teniente de alcalde.  Un lujo, don Julio es, ha sido, es mientras alguien lo recuerde y muchos lo queramos, un español de lujo, un político de tronío, un comunista de enciclopedia, un valiente de trincheras, un enfermo de corazón resistente, sufriente, consciente, paciente a la espera de la muerte sabida. Y ha llegado hoy. Don Julio, el sombrero en mi mano y el silencio en el alma.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios