Cultura

Jiménez, triunfador del ciclo, aunque la mejor faena la firma Galván

  • El ecijano corta una oreja en la final de las novilladas de promoción en la Maestranza · El gaditano escucha tres avisos tras una faena de calidad · Fernández, discreto

GANADERÍA: Erales de Macandro, bien presentados, con cuajo para novillada con picadores. En conjunto, mansos y con peligro. TOREROS: Diego Fernández, de azul y oro. Estocada caída (silencio). En el cuarto, cuatro pinchazos y bajonazo (silencio tras aviso). David Galván, de azul y oro. Seis pinchazos, estocada y dos descabellos (saludos tras tres avisos). En el quinto, pinchazo y bajonazo (vuelta tras petición). Ángel Jiménez, de azul y oro. Pinchazo y estocada (oreja). En el sexto, dos pinchazos y estocada (silencio tras aviso). Incidencias: Real Maestranza. Media entrada. David Galván sufrió "contusión en región malar derecha y contusión-erosión en labio superior" en el tercer novillo y "contusión-erosión en dorso del pie derecho" en el sexto, de pronóstico leve.

El ecijano Ángel Jiménez, quien consiguió el único trofeo de la nocturna celebrada en la Maestranza, fue designado triunfador del ciclo de promoción celebrado durante los cuatro jueves de julio en la plaza sevillana, con la participación de 18 novilleros. El ganador recibirá como premio un vestido de luces que otorga la Maestranza, entre tanto segundo y tercer clasificado -David Galván y Diego Fernández- recibirán un capote de paseo y uno de brega, respectivamente. El jurado estuvo compuesto por los asesores del coso del Baratillo -Ruperto de los Reyes, Finito de Triana y Luis Arenas-. Sin embargo, el novillero que mejor interpretó el toreo fue el gaditano David Galván, que malogró una faena preciosa, llegando a fallar reiteradamente con los aceros hasta escuchar los tres avisos. Por su parte, Diego Fernández no pasó de discreto ante una novillada de Macandro, muy cuajada en su presentación y de pésimo juego. La mayoría de los astados tenían trapío para lidiarse en una novillada con picadores. Si a ello añadimos la mansedumbre y pésimo comportamiento, con una gran dosis de peligro, bastante hicieron los tres chavales con salir por su pie del compromiso, porque de oportunidad para lucirse... nada de nada.

Ángel Jiménez, de la Escuela de Écija, fue premiado con un trofeo por una labor intermitente, con un par de buenas tandas, por ambos pitones, salpicada de varios enganchones y algún desarme, ante un novillo que se quedaba corto por ambos pitones. Le concedieron una oreja tras un pinchazo y una estocada. Con el manso que cerró plaza conectó nuevamente, con facilidad, con el público -contó con un nutrido grupo de paisanos que le alentaron apasionadamente- durante un trasteo entonado, basado en la derecha. En esta ocasión precisó de dos pinchazos antes de la estocada definitiva.

David Galván, de la Escuela de Jerez, dibujó la verónica con buen aire en el segundo. Plantó batalla en los medios a un animal manso y con genio. Embebió bien en el engaño a la res, la esperó con firmeza y en cada muletazo reinó el temple, en una faena muy personal, con una serie con la diestra en la que primó la verticalidad y con detalles de sumo gusto, como un cambio de mano o un pase del desprecio que fue un auténtico cartel de toros. Se pasó de faena y con la espada dio un mitin. Entró muy largo en el primer envite, en otros dos lo hizo a topacarnero y en otros no echó la muleta al hocico. El presidente, magnánimo, le envió el tercer aviso con cuatro minutos de retraso. Le devolvieron al corral al novillo, que no siguió a los cabestros y finalmente fue apuntillado en la plaza. De acertar en la suerte suprema, hubiera cortado las dos orejas. Recogió una ovación atronadora. Con el quinto, el torero de la Isla de San Fernando aguantó decenas de hachazos sin inmutarse. En uno de ellos le derribó el novillo, quien le empitonó por la espalda, por debajo de la chaquetilla, y lo arrastró. Los banderilleros no llegaron a tiempo. Afortunadamente, todo quedó en un susto. Lógicamente, no pudo lucirse. Dio una vuelta al ruedo, tras petición de oreja.

Diego Fernández, que en la novillada clasificatoria firmó la faena del ciclo, no pasó en esta ocasión de discreto ante un lote infumable.

Este último ciclo ha estado a la altura de los últimos años. La mayoría de los chavales apenas están bien preparados para una plaza de primera categoría. Por otro lado, los trofeos concedidos en muchos casos -en esta ocasión sucedió en la oreja y en la vuelta al ruedo- son más que generosos en la Maestranza, lo que no les beneficia a los alevines. Incluso, la presidencia no envía los avisos a tiempo. Entre unos y otros les hacen un flaco favor. Porque en un par de años, alguno de estos incipientes toreros puede que alcance el escalafón superior y se lleve más de una desagradable sorpresa cuando la rigurosidad de un público en una plaza de máxima categoría le resulte difícil de digerir.

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