ARQUITECTURA | OBITUARIO

Memorabilia de Luís Marín de Terán

  • El creador del Teatro de la Maestranza junto a Aurelio del Pozo fue uno de los más perspicaces analistas de la ciudad, cuya imagen renovó

  • Su legado incluye edificios en la barriada de La Corza, la Plaza de San Leandro o la Magdalena

Días atrás ha fallecido Luis Marín de Terán (Madrid, 1936). El conocimiento y la creación, la complejidad y la contradicción, son algunas coordenadas de la vida y la obra de uno de los arquitectos más representativos de Sevilla en la segunda mitad del siglo XX. Su retiro durante años en la casa de Hombre de Piedra con su mujer, Curra Márquez, me evocaba el doble retiro de Benito Arias Montano a las Peñas de Aroche, después de haberlo hecho a Sevilla desde la gloria. Marín, muy joven, cambió Madrid por Sevilla, desde aquí oteó el mundo y escudriñó la ciudad, hizo arquitectura y terminó ensimismado.

Agradecido guardo su recuerdo como alumno a mediados de los años sesenta, en la primera sede de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Sevilla, el Pabellón del Brasil de la Exposición Iberoamericana. Entonces éramos pocos estudiantes y contados los profesores, captados entre el medio centenar de arquitectos de la ciudad. Cuando la difícil transición desarrollista arrasaba, mientras la cultura arquitectónica brillaba por su ausencia, la escuela emergió como escenario de renovación. Mientras Jaime López de Asiaín se esforzaba en organizar actividades, Luís Marín, treintañero, introdujo las novedades en su vertiente norteamericana, representada por el pensamiento de Robert Venturi, quien acababa de publicar en el MOMA de Nueva York su libro Complexity and Contradiction in Architecture (1965). Inspirado en la necesidad de superar las limitaciones de la arquitectura moderna ortodoxa, y en especial sus mediocres manifestaciones locales, se trataba de reclamar para la arquitectura riqueza y ambigüedad antes que unidad y claridad, contradicción y redundancia mejor que un simulacro de armonía y simplicidad.

Luis Marín buscó el impulso para superar una situación que conocía bien. De 1963 a 1968 trabajó junto a Rafael Arévalo Camacho, construyendo conjuntos de viviendas sociales promovidas por la Obra Sindical del Hogar y Arquitectura, tanto en Sevilla como en pueblos de la provincia, cuya seca dignidad no satisfacía sus inquietudes. Su punto de inflexión fue el edificio de oficinas de la plaza de la Magdalena, cuya intensísima elaboración compositiva no se compadecía con la otra perspectiva renovadora italiana que iba abriéndose paso entre los más jóvenes, la inspiración proyectual de la arquitectura de la ciudad heredada.

Luís Marín de Terán (Madrid, 1936-Sevilla, 2021). Luís Marín de Terán (Madrid, 1936-Sevilla, 2021).

Luís Marín de Terán (Madrid, 1936-Sevilla, 2021).

En los setenta y primeros ochenta, Luis Marín formó estudio con arquitectos titulados en Sevilla, Aurelio del Pozo y, menos tiempo, Enrique Haro, realizando viviendas como las de la avenida de Pio XII, la plaza de San Leandro, o la remodelación de la barriada de La Corza. La culminación, y la crisis, de esa etapa profesional, tuvo lugar en 1986 con el concurso restringido para el Palacio de Cultura en el Paseo de Colón, al amparo del nuevo plan especial, resultando vencedora la propuesta de Marín y del Pozo, frente a la de Cruz y Ortiz. Después, en el horizonte de la Expo’92, hubo de transformarse en el Teatro de la Maestranza. Aurelio del Pozo sería quien permanecería al frente de las posteriores intervenciones.

El punto de inflexión como arquitecto de este excelente teórico fue el edificio de oficinas de la Plaza de la Magdalena

Luis Marín de Terán ha sido uno de los más perspicaces analistas de la ciudad, y de cuantos temas encaró. Desde 1971, publicó excelentes artículos de prensa (El Correo de Andalucía) o en revistas como Arquitecturas Bis, Arquitectura, El Croquis, o AV. En 1980, momento perfecto, apareció su libro Sevilla: centro urbano y barriadas, primero de la colección de Temas Sevillanos creada por el Ayuntamiento, cuyo valor propedéutico permanece. Y precisamente en 1986, junto a Aurelio del Pozo, publicó Los pavimentos: un fragmento de la historia urbana de Sevilla.

En la encrucijada del nuevo siglo, su retiro intelectual ensanchó sus escenarios de estudio. Primero las transformaciones urbanas de Úbeda y Baeza durante el siglo XVI. Después, con Inés del Pino, el libro dedicado a Algunas reflexiones sobre el Ecuador prehispánico y la ciudad inca de Quito. Pero los frutos de su entusiasmo por la arquitectura clásica quedaron a la espera de su desarrollo editorial.

Más allá de la arquitectura, su cultura ancha y profunda, el dominio de la ironía, su creatividad plástica y sus dotes culinarias, adornaron a Luis Marín. En sus mejores momentos sus amigos ausentes gozaron de todo ello. Cuando la salud nos desampara, permanecemos en el recuerdo, un poco más.

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