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CULTURA

'Votos en contra', la novela de Rayden que reivindica la memoria

El escritor David Martínez (Alcalá de Henares, Madrid, 1985) presenta su último libro, ‘Votos en contra’, en Sevilla.

El escritor David Martínez (Alcalá de Henares, Madrid, 1985) presenta su último libro, ‘Votos en contra’, en Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

Si el pasado musical de David MartínezRayden aunque se empeñe en tachar el apodo– se caracterizó por defender unas letras cargadas de reivindicación y denuncia, su presente literario no podía dejar de ser fiel a este corte. Va intrínseco en su carácter el ser molesto para los que mandan y señalar –de la forma que sea– esas realidades que no son cómodas de oír. Su nueva obra, Votos en contra (Suma de Letras), da fe de ello. Él mismo la etiqueta como una novela-protesta. En esta ocasión pone el acento en temas tan sensibles como la dificultad que tienen los jóvenes para acceder a la vivienda, la turistización que está sufriendo muchos barrios o la importancia de la memoria histórica. Pero también viaja hacia el intimismo del duelo que se sufre cuando el amor se rompe o navega por las dudas que salen a flote cuando el deseo de ser madre no llama a la puerta.

La historia arranca con la orden de desalojo que recibe su protagonista, Lea. En pleno proceso de superación de una ruptura –en el que interactúa con la ropa interior de su ex como si de un saco de boxeo se tratara– se ve envuelta en la búsqueda de un hogar en la masificada Madrid. Todo un reto que resuelve accediendo a comprar una casa bajo el régimen de nuda propiedad en Valdezarza.

En esta morada viven dos ancianos, Estrella e Inocencio, en una suerte de Good Bye, Lenin! patrio. Pero en lugar de habitar en la Berlín comunista, la peculiar –y quijotesca– pareja está atrapada en una realidad que apenas duró dos semanas. Durante los años 90, los vecinos de este barrio –entonces llamado Cerro Belmonte– se independizaron de Madrid como respuesta a un plan de expropiación que pretendía desalojarlos de sus casas. Algunos llegaron a pedir asilo político en la embajada de Cuba aprovechando la coyuntura política entre Felipe González y Fidel Castro. Con una Constitución –en cuyo primer artículo se aboga por la felicidad– y con un himno, estos vecinos consiguieron sus objetivos y el Ayuntamiento de Madrid anuló las expropiaciones.

Portada de la obra. Portada de la obra.

Portada de la obra. / M. G.

"Esta novela representa la falta de memoria histórica como un cangrejo que te devora y que elimina cualquier tipo de recuerdo de cosas que hay que defender", explica el escritor a este periódico y sugiere que este episodio "es uno de los más locos que ha sucedido en el pasado reciente de la comunidad de Madrid y nadie lo recuerda". Algo que, a juicio de Martínez, atiende a un interés por no abrir viejas heridas. "Hasta que no se cuide, no se blinde y no se sane la memoria histórica, es normal que haya gente que se apropie de una bandera y otra que no quiera ni verla", apunta y recalca que le encantaría que esa cicatriz "se abriese para empezar a limpiarla y que todos nos sintiéramos orgullosos de nuestra tierra".

Desde la primera página, la protagonista afronta la superación de una ruptura. Desde abrir ese buzón en el que nunca figuró el cartelito con los nombres de los inquilinos hasta esa espera por recibir una llamada de teléfono que no llegará. "Representa esa expectativa de que alguien regrese y que todo vuelva a estar como antes", apunta Martín y pone como ejemplo momentos tan cotidianos como el poner una lavadora y que todavía haya prendas de la otra persona o seguir compartiendo las cuentas de las plataformas de streaming. "Me parece bonito representar a alguien con el que acabas de romper y vives de sus recuerdos a través de su ropa interior", explica el escritor.

A la situación –aparentemente– rocambolesca de convivir con los dos ancianos en una realidad inexistente, conjugada con la superación de una ruptura, se suma la decisión de ser o no ser madre. Lea trabaja en una clínica de fertilidad, pero tiene claro que no quiere tener hijos. Una decisión que muchas veces es cuestionada socialmente. "Me he dado cuenta de que, ahora más que nunca, hay una gran generación de parejas que se aman pero rompen porque uno quiere ser progenitor, pero la otra parte no", apostilla Martínez. No hay cuernos, ni una relación tóxica o una basada en la dependencia. "También es cierto que muchos ven como un lujo el tener descendencia y no se lo pueden permitir" e indica que, por otro lado, "en las clínicas de fertilidad se lidia con la frustración y con las expectativas que no se cumplen". Aparte de estas realidades, "hay mujeres que son fértiles pero no quieren ser madres y también está bien, porque se sienten igualmente realizadas".

Como ya pasó con su anterior novela, El acercamiento de la mujer cactus y el hombre globo, Martínez precede cada capítulo de una banda sonora elegida al milímetro. Desde Dua Lipa hasta Arde Bogotá, pasando por Julio Iglesias o C. Tangana. Una fórmula que –como la novela-protesta– definen su estilo: "El nicho de la denuncia no se toca mucho y me gusta agitar ciertos avisperos. Es lo que me llama la atención. Sino, no escribiría historias".

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