La renacentista Alameda de Hércules se dispone a cumplir el mes que viene 450 años de historia, que son los que distan de nosotros la decisión que tomó el conde de Barajas, Asistente de la Ciudad, para trocar en paseo ajardinado, con fuente y álamos la pestilente Laguna, hoy alterada hasta el infinito para darnos, con su imagen, imagen de modernidad. Era por aquel entonces el Lunes Santo un día yermo de procesiones, hasta que, un siglo atrás, le pusieron dos columnas crucifijas, para tornarlo Museo de Aguas, para las Aguas del Museo y el Mayor Dolor de San Jacinto. Al sumatorio añadieron las Penas de una Caída en San Vicente, y unos Dolores en forma de marcha del NO8DO. El Lunes Santo, en tiempos de otro conde, conde de Halcón, nació, como la Alameda, antiguo arroyo estancado, para limpiar la antigua Semana Santa, cenagosa de lluvias persistentes. Y del verdor de los álamos y la plata vieja del envés de sus hojas, cruzó las hojas del tiempo la Vera+Cruz para actualizar, como ahora, el lema evangélico “Toma tu Cruz y Sígueme”.

Había otro brazo del río por el Tardón. Convertido en cofradía, llega desde San Gonzalo. Como la Fuente de la Alameda, brota allí una Fuente de Salud que riega con sus cuatro caños los puntos cardinales de la ciudad. Desde el oriente cruza la cofradía de San Pablo, que trasplantó al Cautivo a la retícula poligonal de un barrio que escribe la historia de Sevilla desde la periferia. Desde Occidente, abarcando la Plaza del Duque, cuya fuente regaba también la propia de la Alameda, nos llega Santa Marta, de la que brota la rosa de la leyenda. Desde el norte, donde arrancaba el cardo romano, viene El Beso de Judas, El Rocío, la Redención, que hace de la inocencia la mejor corona para su Madre. Desde el sur, desde Santa Genoveva, el Tiro de Línea cautiva a los que salen a su encuentro. Una Alameda, hoy inexplorada por las cofradías, cumple 450 años, y sin saberlo, da sentido a un nuevo Lunes Santo.

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