Los que vamos ya para 40 años aprendimos de pequeños que el Miércoles Santo era un día de pocos misterios en relación a las ocho cofradías, que procesionaban entonces hasta que la del Carmen comenzó a poner su cruz de guía a primera hora de la tarde en la ojiva de Omnium Sanctorum. El Misterio de la Paz vino a sumar, desde su incorporación a la jornada en 2007, un nuevo conjunto escultórico, evento que no tenía lugar desde 1973 cuando el Buen Fin estrenaba las imágenes secundarias de Álvarez Duarte, que le acompañaron hasta 1998, cuando se inició una nueva etapa del crucificado de Sebastián Rodríguez procesionando en solitario.

Lo predije en 2014, durante la charla sobre la iconografía cristífera de la Hermandad, impartida en el Círculo Mercantil e Industrial que presidía don Práxedes Sánchez, ilustre cofrade de las Siete Palabras. Avisé de que en 2023 el paso del Buen Fin volvería a ser de misterio. A ellos les sorprendió, pero la cosa se ha retrasado sólo un año más. Pero ha merecido la pena. Todo lo que se detenga uno en alabar el trabajo coral de Darío Fernández, Zambruno, los bordadores de la Hermandad y todos los que, de una forma u otra, han hecho posible que el misterio del “Pérmisit Pilato”, aludiendo a la licencia del gobernador, vuelva a procesionar hoy con la excelencia con la que lo hace desde San Antonio de Padua.

Este misterio, que funde los valores de la mejor escultura barroca con las aportaciones vanguardistas y contemporáneas en los más diversos campos artísticos, incrementa el porcentaje de los pasos con más de dos figuras, que forman conjunto como la Piedad del Baratillo. Frente a los poblados pasos de Los Panaderos, La Sagrada Lanzada, El Carmen y Las Siete Palabras, los pasos de Cristo de La Sed, San Bernardo, Cristo de Burgos o la Divina Misericordia, con una sola figura portentosa en todos ellos. Los palios son cuenta aparte. Y el Buen Fin, como es lógico, se lleva este año, Coronada, la Palma de los Niños de su corazón.