VIVIENDA "Tengo 30 años, un salario fijo y veo imposible comprarme una casa en Sevilla"

Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Entre García Márquez y Mortadelo

De la comedia que ha montado Sánchez sale un Gobierno en entredicho, un PSOE alelado y un líder revestido de un caudillismo preocupante. Mal asunto.  Pedro Sánchez se queda y anuncia un "punto y aparte" para "abrir paso a la limpieza"

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comunica su decisión en La Moncloa.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comunica su decisión en La Moncloa. / EFE

Pedro Sánchez tenía un problema personal. Y una mala tarde, que como se sabe la tiene cualquiera, decidió que ese problema lo iba a ser de todo el país. Durante cinco días, que no son pocos, los españoles no iban a saber si tenían presidente o habían dejado de tenerlo. Si lo que quería era desconcertar a los suyos, lo consiguió. Si lo que pretendía era confundir a la oposición, no le hacía falta este viaje. La oposición vive en la más absoluta confusión desde el 23 de julio y no da muestras de orientarse. Si el mensaje iba dirigido a Europa, donde tiene puestas sus complacencias de futuro, no lo ha podido hacer peor: desde Varsovia a Lisboa en todas las capitales de la Unión saben ahora que Pedro y Begoña tienen unido su nombre en los titulares a la palabra corrupción. 

A la vista del balance cabe preguntarse qué es lo que quería conseguir el astuto Sánchez, que no da puntada sin hilo, con la comedia que ha montado en la que el final es que la montaña ha parido un ratón. Al cronista, que tiene que ser sincero con sus lectores, la verdad es que se le escapan las claves. No cabe pensar en reforzamientos internos dentro de su partido; nadie desde Felipe González cuenta con sus unanimidades. Ni en una operación para ganar poder ante los socios que lo sustentan: no le hace falta. La hipótesis más plausible es que este episodio sea el prólogo de una operación destinada a meter en cintura a jueces díscolos y periodistas no adictos. Pero esto tampoco encaja porque, entre otras cosas, la vigilancia de Bruselas no lo permitiría y no es concebible una tentación autoritaria de esta enjundia. 

De lo que no cabe duda es que de esta crisis que Sánchez se ha inventado sale un Gobierno en entredicho, un PSOE alelado y un líder que se ha revestido de unas actitudes caudillistas que dan para preocuparse. El clamor del Pedro quédate que estos días ha podido verse en ministros, diputados y mindundis de variado pelaje -también a mucho militante sincero- evocaba imágenes de adhesiones inquebrantables que a muchos españoles les abrían páginas en blanco y negro de la historia de España, cerradas desde hace mucho. 

Mal asunto. Viendo a Sánchez en su atril de la Moncloa, uno no sabía si evocar al general perdido en su laberinto de García Márquez o a un Mortadelo chusco de Ibáñez con una capacidad tremenda de disfraz y transformación. Sea lo uno o lo otro, después de esto ni la democracia española ni su presidente son mejores ni más fuertes. 

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios