SUCESO Un abuelo mata a sus dos nietos en Granada y se suicida

MARÍA DEL MONTE Antonio Tejado sale de la cárcel

¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Del Puerco a la Luz

Es vieja manía de los políticos españoles meter mano en el nomenclátor de las ciudades El camelo del desayuno andaluz

NO se suele decir, pero uno de los grandes reformadores de Sevilla fue un hombre de Fernando VII, el apestado por excelencia en nuestra historiografía decimonónica. No es otro que José Manuel de Arjona y Cubas, más conocido en la ciudad como el Asistente Arjona, constructor, entre muchas otras cosas, del Salón de Cristina y el Paseo de las Delicias. Tuvo que ser un hombre fino, tanto que se dedicó a cambiar los nombres de las rúas que consideraba vulgares. Es vieja manía de los políticos españoles de meter mano en el nomenclátor. La última extinción masiva del callejero fue la provocada por la Ley de Memoria Histórica, aunque antes hubo otras también de gran calado, como la impulsada por el franquismo triunfante o la que consagró, en el siglo XIX (en pleno ensanche de muchas urbes españolas), la revolución liberal de los gatopardos de siempre. ¿Cuántas calles o plazas O’Donnell hay en España? ¿Cuántas Argüelles? ¿Cuántas Duque de la Victoria?

En algunos casos el afán de cambio no se limitó al mapa urbano, sino al mismo nombre de la localidad. Tal es el caso de Puerto del Rosario, la capital de la isla de Fuerteventura. Su denominación antigua era mucho más hermosa y evocadora: Puerto Cabras, pero las fuerzas vivas, imbuidas de esa cursilería tan propia de las pequeñas burguesías locales, lo cambiaron por ser “indigno”. En la provincia de Cáceres se puede visitar uno de los pocos retablos completos de Luis de Morales que quedan en España. Está en una iglesia de Arroyo de la Luz , nombre sorprendente en aquella áspera geografía y que parece más propio de una urbanización de playa de los años del ladrillazo de Aznar. ¿Se imaginan a un rústico repoblador del siglo XIII bautizando con tanta finura a su pueblo? Todo cuadra cuando se conoce que su antiguo topónimo era Arroyo del Puerco.

Otros cambios se debieron a cuestiones mucho más trágicas. Casas Viejas, después de la insurrección anarquista de 1933 (la del probablemente falso “disparen a la barriga” de Azaña) y la consiguiente matanza, cambió su nombre por el de Benalup Sidonia. Muy posteriormente se llegó a un topónimo de compromiso: Benalup-Casas Viejas.

Cervantes quiso olvidarse del nombre del villorrio del que era oriundo nuestro señor Don Quijote. No se sabe muy bien la razón, porque la Mancha es rica en denominaciones que hubiesen reforzado el sentido cómico de la novela (Pepino, Cebolla, Tembleque, Cotillas, Arrancacepas...). Así es el hombre, caprichoso en sus motivos y acciones, lo mismo para escribir la gran historia de los siglos que para bautizar o desbautizar una aldea del secarral hispano.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »