Los ladrillos del muro

Los diputados que representan la soberanía nacional son sustituidos por una “mayoría social” imaginada

Ni el amor, ni Israel, ni Marruecos… la mayoría de los pronósticos fallaron. La performance de amago de marcha llevada a cabo por el presidente Sánchez haciendo de la necesidad virtud, a partir de la apertura de diligencias por un juzgado de Madrid con causa en las oscuras maniobras lobistas de su señora esposa, acabó como tenía que acabar, dirigiéndose al ancho mundo para decir que ahí está él, tocado pero no hundido, dispuesto a seguir defendiendo la democracia contra los malvados que sólo quieren destruirla.

Confluyen en esta inédita forma de conducirse varios aspectos que indican un nuevo giro en la forma comunicar y ejercer el poder. Los mecanismos tradicionales de la democracia liberal consagrados en la Constitución, y que se muestran a través del mandato representativo con sede en las cámaras como representes de la soberanía nacional, son sustituidos por una comunicación directa entre el gobernante y los ciudadanos. En todos los inauditos hechos de estos días últimos, desde la “carta a la ciudadanía” anunciando un periodo de reflexión propagada por las redes sociales hasta la comunicación formal final sin más aclaraciones que la sola voluntad de permanecer en el cargo, predomina una pulsión individualista que despoja al cargo de cualquier pretensión de compartir las decisiones de gobierno, evitando los contrapesos, tan importantes para la buena salud de cualquier Estado de derecho. En este actuar mesiánico y cesarista (la democracia soy yo), ni el Comité Federal sabía nada, ni el Gobierno ha estado informado, ni por supuesto el Congreso. Los diputados que representan la soberanía nacional son así sustituidos por una “mayoría social” imaginada, y de la que se excluye a quienes, aun partiendo de parecidas convicciones, simplemente no están dispuestos a que les tomen el pelo. ¿Qué mejor mayoría social que la que representan el ochenta por ciento de votantes que en las últimas elecciones generales apoyaron a los dos grandes partidos, y que con sus matices están de acuerdo en buena parte de las cuestiones que interesan?

En realidad, con esta nueva pirueta el presidente Sánchez no ha hecho sino poner más ladrillos en el muro que se ha empeñado en levantar, aquí los buenos, allí los malos, ahondando en la división de los españoles, paradigma de política polarizada y desprestigiada definitivamente despeñada por el terraplén del populismo, el cinismo y la demagogia.

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