Calle Rioja

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

De la torre de Babel a la Giralda de los Naranjos

De la torre de Babel a la Giralda de los Naranjos

De la torre de Babel a la Giralda de los Naranjos

Los novios y sus invitados salían de la Catedral por la puerta de Palos. Para la Vigilia de Pentecostés había que acceder por la puerta de San Miguel, la que da a la Avenida. No dejaba de ser otra boda, porque con esta cincuentena, que es lo que significa Pentecostés en griego, Cristo ha subido al Cielo y baja el Espíritu Santo, “dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos”, como se lee en los versos que han dejado en toda la bancada. Es el momento del don de lenguas. “¿No son galileos todos esos que están hablando?”, se proclama en la lectura de los Hechos de los Apóstoles, el llamado quinto Evangelio. La Torre de Babel se ha convertido en la Escuela de Traductores de Toledo. Todos se entienden.

La Catedral es como una ermita urbana que antaño fue mezquita, como se lee en uno de los sótanos del Patio de los Naranjos donde al final de la Vigilia se celebrará un refrigerio con aportaciones de la feligresía. La bebida corre a cuenta de la diócesis. La Giralda y la Catedral están iluminadas, como si obedecieran a ese espíritu políglota de los Evangelios.

En el año 2000 se excavaron en este Patio, ágora de los carráncanos y punto de partida de la procesión del Corpus, los restos de una muralla inconclusa, construcción ordenada en 1184 por el califa almohade Abu Yacub para defender la Mezquita mayor por el lado Norte. Tras su muerte, se informa en una placa junto a la entrada a los servicios, se paralizaron las obras hasta que en 1196 su hijo Abu Yusuf ordenó levantar el Patio de los Naranjos. Medio siglo después, la historia dio un vuelco en la historia de la ciudad. Son fechas de un crepúsculo y de un nuevo esplendor. Los árabes también aparecen junto a los cretenses en las llamaradas de la lengua, cuando “de repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente…”.

La Vigilia, en el altar del Jubileo situado bajo el Santísimo, la presidió el arzobispo, José Ángel Saiz Meneses, en la nave del crucero. Detrás, el cuadro de Alfonso Grosso con la ciudad, la Macarena, los seises y el nazareno del Silencio. Al final, Óscar Díaz hizo una síntesis de los trabajos llevados a Roma desde parroquias de todo el mundo para, con palabras del Papa Francisco, huir “de una teología de salón, de escritorio”. Óscar Díaz es párroco de la O, la iglesia que por la lluvia no pudo sacar a las calles de Sevilla al Cristo de Pedro Roldán en el cuarto centenario de su nacimiento. Este sacerdote es de Nueva Sevilla, Castilleja de la Cuesta, y ha sido abanderado de la Nueva Evangelización. Fue uno de los cuatro párrocos españoles que viajaron a Roma, donde coincidieron con 193 párrocos de 93 países. Una ONU de la Iglesia. Le acompañaron sacerdotes de Granada, de Zamora, de varios pueblos de la España vaciada, y de Coria-Cáceres, diócesis en la que fue obispo Marcelo Spínola, el beato que había sido párroco de san Lorenzo y titular de la diócesis hispalense. Óscar Díaz habló de memoria, porque el papel en el que había apuntado las conclusiones se lo dejó en la ropa de paisano que colgó en la Sacristía, junto a las santas Justa y Rufina pintadas por Goya. También hablaron María Albendea, de Manos Unidas, y Enrique Belloso, delegado diocesano de laicos.

Los caminos del Señor son inescrutables. Donde se acababan los bancos, fueron colocadas sillas de Quidiello, esa firma sevillana de 1907 que formó parte del mobiliario de los cines de verano y su selecta nevería, una maravilla que ya parece de los tiempos de Abu Yacub y Abu Yusuf. En la misma fila se habían sentado dos mujeres con sus respectivos maridos. Los dos matrimonios han participado en el Proyecto Amor Conyugal. No se conocen en persona, pero una de ellas aparece en un libro que escribió la otra.

Sevilla. Banquetes, tapas, cartas y menús. 1863-1995 es un libro que Isabel González Turmo publicó en 1996. Un trabajo de Antropología de la Alimentación que le editó el área de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla y lleva en portada un óleo en lienzo de Manuel Salinas, que fue buen amigo de la autora. En la página 155 del libro, dentro del apartado Buenos años para los restaurantes: Río Grande, Becerra, Jamaica, Robles y El Caserío, traza la trayectoria profesional de Juan Robles Pérez, que en 1935 se traslada desde Villalba del Alcor a Sevilla para montar una bodega, El Colmo, en la Puerta Osario. Su hijo, el artífice de la firma, se independiza en 1954 y monta Casa Robles en la calle Álvarez Quintero, “a unos pasos de la Catedral”, precisión de hace casi tres décadas que es una premonición de esta coincidencia en la Vigilia de Pentecostés. Una calle en la que Carmen Reina y Alfonso Guerra tuvieron la librería Antonio Machado y donde vivió Ramón Carande, primer nombre en el libro de firmas de Casa Robles. Después de abundar en los méritos del bueno de Juan Robles, escribe Isabel: “La estrella del restaurante es una extensa y original carta de postres, elaborada íntegramente por su hija”. Laura Robles era entonces casi una niña. Hoy con su hermano Pedro llevan las riendas del negocio familiar.

Laura e Isabel compartieron el ágape de la post-Vigilia en el Patio de los Naranjos. Todos querían fotografiarse con el arzobispo Saez Meneses. Hubo alguien que le llamó “don Juan José”, nombre del pastor emérito. Su sucesor se llama como Iríbar, el portero de San Mamés, patrono de Aroche, pueblo de la misma provincia de Huelva donde un millón de personas acudieron al reclamo del Espíritu Santo, pues no otro es el móvil de la romería del Rocío.

Una de las imágenes más emotivas fue el encuentro del arzobispo con la delegación diocesana de migraciones: cristianos de Perú, El Salvador, Nicaragua y diversos países de África. Uno de ellos, Jean-Baptista, de Costa de Marfil, hizo una de las peticiones “por la Iglesia perseguida”. Los invitados de la boda estarían ya en pleno convite. Reyes, periodista, llegó hasta monseñor Saez Meneses. Un viaje en el tiempo. Esta reportera aparece en una fotografía de Martín Cartaya entrevistando al cardenal Tarancón en el seminario de San Telmo, con un recién llegado Carlos

Amigo Vallejo, que ahora tiene calle donde nace Alemanes, en los dominios de Robles. En la presentación del libro de Antonio Cascales Puentes de Europa, Alfonso Guerra habló de Jesucristo, “una de las personas más influyentes en la historia de la humanidad, que nunca dejó nada escrito, salvo lo que escribió sobre la arena en el episodio de la mujer adúltera y nunca se supo qué era”. “Muchas otras cosas hizo Jesús”, dice el Evangelio de san Juan, “si se escribieran una por una, pienso que ni el mundo entero podría contener los libros que habría que escribir”.

Los invitados de esta segunda boda salieron al Patio de los Naranjos. El convite era austero y entrañable. Y la diligencia de los camareros, providencial. El botellín también puede ser un cáliz y las croquetas saben a gloria bendita. El obispo agradeció el trabajo de las hermanas del Hogar de Nazareth, que llevaron a la Vigilia a seres que nacieron decarriados y sin calor humano y ahora disfrutan del abrazo de un hogar y una familia.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios