Una de cal y otra de arena para el sector pesquero andaluz en el acuerdo de pesca que acaba de cerrar la Unión Europea tras unas tensas negociaciones. Mientras que en el Golfo de Cádiz se logran salvar los muebles, las pesquerías del Mediterráneo sufren un fuerte golpe debido a la reducción que se va a imponer a los días de faena desde el próximo año. Es cuestión de ver el vaso medio lleno, como el ministro del ramo, el andaluz Luis Planas, o verlo medio vacío, que es lo que hace la consejera Carmen Crespo. Para el Gobierno de la nación, el resultado para el conjunto de España, también para Andalucía, es positivo porque en la mayoría de las especies más significativas se incrementa el volumen y el valor de las capturas. Para la Junta, en cambio, se echa un jarro de agua fría a un sector ya muy castigado por la “brutal” bajada de cuotas que han decidido los ministros de la UE. Ciertamente, los pescadores que faenan al este del estrecho de Gibraltar tienen motivos para encender todas las alarmas. Los armadores consideran que se pone en peligro la viabilidad del 40% de la flota que trabaja en esas aguas. Si se admite esta cifra, es evidente que algo se ha hecho mal por los negociadores españoles en Bruselas y que urge que por parte del Ministerio de Agricultura y Pesca se presione a la UE para que se tomen medidas para ayudar a la supervivencia de esta actividad, en la línea de lo que ya se hizo en años anteriores. En el Golfo de Cádiz sí se respira con cierta tranquilidad porque se mantienen los niveles de capturas de las producciones que son claves en la zona, como la cigala, los jureles y las pijotas y no se llevarán a cabo los recortes previstos inicialmente por Bruselas. No cabe duda de que la pesca, por su importancia económica y ecológica, debe ser ante todo sostenible, pero asegurar su viabilidad económica es por lo menos igual de importante.