Mi madre, Carmen, es sevillana de la calle Sol, pero vive gloriosamente en Sanlúcar de Barrameda desde hace 48 años, porque se casó con mi padre, Pedro, sanluqueño de Monteolivete.

Mi madre no para de vivir. Tiene una lista de actividades que soy incapaz de recordar completa. Hace gimnasia en piscina, clases de informática, pertenece a un grupo que estudia el patrimonio de Sanlúcar… y es actriz en una compañía de teatro que se llama El Callejón del Trapo. Una compañía enternecedora y yo diría que muy profesional dirigida por Chatono Contreras. El caso es que hace años acudí a la representación de una obra titulada Papas con chocos, escrita y dirigida por el gran Chatono.

En ella se reflexiona sobre la dedicación y la pérdida de la identidad de la mujer ama de casa (representada por la magnífica actriz Carmen Valencia), que a su vez es madre, esposa, mujer trabajadora, amiga y todo lo que conlleva en esta vida moderna ser mujer y ser una mujer moderna.

En la obra se plantea, desde un tono de humor, cómo la mujer pierde su identidad a favor del resto de miembros de su familia y el hilo conductor son los platos que esa madre prepara para su gente. Los platos favoritos de cada uno de ellos. Sin embargo, nadie sabe cuál es el plato favorito de la madre. Nunca se lo han preguntado, pero es que ella tampoco se ha preocupado en decidirlo.

Me estaba acordando de esta obra y pensaba en mí. Me gusta cocinar y me interesa la cocina desde que era una niña pequeña. Cuando he madurado me he dado cuenta de que ese amor por la cocina es debido a que la buena comida es el medio más agradable y dichoso que hay de hacer felices a los demás. Así que es una forma de santificarme.

No concibo una celebración en la que yo no cocine para los demás. Lo hago con verdadero agrado. Cocino a diario para que mis tres hijas coman comida recién hecha, sé cuáles son sus platos favoritos, y los de mis padres, de mi hermano, de Eva…, pero os doy mi palabra de honor que no sé cuál es el mío.

Me gusta cocinar pero me gusta todavía más comer bien. Soy una disfrutona y como de todo menos mandarinas (son superiores a mis fuerzas). Acedías fritas, cola de toro, rape al pan frito, berza de mi madre, tagarninas con huevo, sopa de galeras, cazón con tomate, manitas de cerdo, el arroz con conejo de mi padre… pero, ¿mi favorito? Ni idea.

En esta maravillosa obra de teatro que me ha traído estos pensamientos el desenlace es fascinante. En una asombrosa metáfora la madre descubre que debe decidir cuál es su plato favorito para hacérselo a sí misma y de ese modo desprenderse de esa entrega en la que lleva abandonada toda su vida. Así que un día se planta y decide que lo que a ella le gusta comer son papas con chocos. Y se las cocina. Y ahí voy yo, con 47 años y aun sin saber cuáles son mis papas con chocos.

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