Reyes Pro Jiménez | Historiadora y divulgadora

“Olavide quiso hacer de Sevilla una ciudad europea del momento”

  • Ha dedicado buena parte de su vida a la investigación y difusión de la historia y las tradiciones de la ciudad

  • Coordinó el IV Centenario de Nicolás Antonio y el 250 aniversario del Plano de Olavide

Reyes Pro, durante la entrevista.

Reyes Pro, durante la entrevista. / José Ángel García

Reyes Pro Jiménez es una señora simpática y habladora. Se ríe con facilidad y cuando coge carrerilla con un asunto acribilla al entrevistador con argumentos y datos. Pertenece a ese macizo de la raza sevillana que ha mantenido vivas instituciones y tradiciones que algunos llaman “rancias”, pero que son los agarraderos para evitar caer en una globalización uniformadora y deshumanizada. Nos referimos a hermandades de Gloria como la Pura y Limpia del Postigo o asociaciones laicas como el Ateneo, entre muchísimas otras. Aprendió a amar Sevilla paseándola con su abuelo Miguel desde su infancia en el Barrio de San Lorenzo, donde tenían como vecino a Joaquín Romero Murube, “un vecino de San Lorenzo que vivía en el Alcázar”. Licenciada en Filosofía y Letras y Geografía e Historia, fue funcionaria de carrera. Empezó como bibliotecaria y llegó a jefa de Servicio en la Unidad de Policía Nacional Adscrita a la Junta de Andalucía, y directora de la Escuela de Seguridad Pública de Andalucía. El ministerio del Interior le otorgó la Cruz de la Orden al Mérito Policial. Comandó los centenarios del plano de Sevilla de Olavide y de Nicolás Antonio. También es vicepresidenta de la Asociación de Cervantistas de Sevilla. Da clases en el Máster sobre Archivos y Documentos de la Universidad de Sevilla y en seminarios de Máster de la Universidad Pablo de Olavide.

–Vive usted en la calle Arfe.

–Sí señor, en la antigua calle del Pescado. Cuando se la dedicaron en el siglo XIX a don Juan de Arfe no sabían muy bien lo que estaban haciendo, porque hoy está llena de bares. Pero yo vivo en la zona más tranquila. En general, es una zona muy turistificada.

–¿Y por qué le llamaban calle del pescado?

–En el siglo XVI, cuando empezaron a hacer las Casas del Cabildo (actual Ayuntamiento), en ese lugar estaban las pescaderías. Para que no oliese a pescado en la zona se las llevaron a las naves de las Atarazanas más cercanas al Postigo del Aceite, donde estuvieron muchísimos años.

–Me impresiona mucho que sea poseedora de la Cruz de la Orden al Mérito Policial.

–Los avatares de la vida profesional... Yo soy bibliotecaria por oposición y fui ascendiendo en la Junta de Andalucía hasta que me dieron la oportunidad de ser jefe de servicio de la administración de la Unidad de Policía Nacional adscrita a la Junta de Andalucía.

–¿Algún momento complicado?

–Muchos, podría escribir un libro. Cuando estaba la presidencia de la Junta en la Casa Rosa un grupo de personas intentó quemar la puerta a las tres de la mañana. Fue vandalismo, algo parecido a lo que ha pasado con la cruz de la placita de Santa Marta, que antes había estado en el Hospital de San Lázaro.

–El vandalismo es una de las plagas que sufre la ciudad.

–Es sobre todo por desconocimiento. Lo que no se conoce no se puede apreciar, y lo que no se puede apreciar no se puede defender.

Lo que no se conoce no se puede apreciar y lo que no se aprecia no se puede defender

–¿Quién le enseñó a usted a apreciar la ciudad?

–Mi abuelo Miguel. Desde muy pequeña, con seis años, me llevaba de paseo para conocer y valorar Sevilla. Eran los primeros años sesenta, los de la especulación y los grandes derribos. Era tremendo. Aquí cerca, en la calle Tetuán, estaba el Teatro San Fernando, que era una joya inaugurada en 1847. Lo tiraron sin que nadie protestase. Para más inri allí quedaban todavía restos del antiguo Hospital del Espíritu Santo del siglo XVI, que también fueron demolidos.

–Los numerosos antiguos hospitales de Sevilla...

–Los grandes historiadores como Morgado afirmaban que Sevilla llegó a tener 100 hospitales. Pero hay que tener en cuenta que los hospitales de entonces no tenían la concepción sanitaria de hoy en día (podían ser albergues, casas de juntas de los gremios o de hermandades...) y algunos eran muy pequeños. El arzobispo de Castro, en 1587, logra que todos estos centros menores se redujesen en dos grandes: el del Espíritu Santo y el de Amor de Dios. Aparte dejó otros que sí eran muy buenos, como el de las Cinco Llagas o el del cardenal Cervantes y que sí tenían una utilidad sanitaria. El de San Juan de Dios se fundó por esta época.

–El de las Cinco Llagas era el más importante. Quizás los sevillanos no lo terminamos de valorar del todo.

–Es cierto, y eso que ha habido estudios muy buenos sobre este edificio, como los de Carmen Calderón.

–¿Por qué está a medio acabar?

–Los problemas presupuestarios también existían en el siglo XVI. Y eso que don Fadrique Enríquez de Ribera, hijo de la fundadora, Catalina de Ribera, dejó una herencia muy cuantiosa para hacerlo. Pero terminarlo del todo era una obra colosal.

–Habría sido uno de los grandes edificios del Renacimiento español.

–Ya lo es. La fachada, los patios y la iglesia (donde se celebran los plenos del Parlamento de Andalucía) son extraordinarios. Fue una suerte que se pusiese allí el Parlamento, porque en los años 80, cuando dejó de ser hospital, estaba en un estado lamentable. Hubo catedráticos de Medicina que pagaron de su bolsillo algunas obras parciales y de urgencia.

–Uno de los temas en los que usted ha trabajado más es en el famosísimo plano de Sevilla de Pablo de Olavide.

–Fue el primero que se hizo y respondía a la necesidad de controlar administrativa y fiscalmente la ciudad. Tener una visión clara de la ciudad es muy importante para gobernarla. Cuenta la leyenda que lo primero que hizo Fernando III cuando entró en Sevilla fue subir a la Giralda para hacerse una idea de lo que había conquistado.

–Es un plano muy tardío, de 1771.

–Y eso a pesar de la importancia que tuvo Sevilla en un Siglo de Oro que, en realidad, son doscientos años, desde mediados del XV hasta mediados del XVII. Otras ciudades menos importantes que Sevilla tuvieron antes su plano.

–¿En qué plano se inspiró Pablo de Olavide?

–En esa parte final del siglo XVIII ya tenían plano todas las ciudades importantes: Madrid, Roma... No hubo uno en concreto en el que se inspirase. Eso sí, trató de ser lo más exacto posible.

El Teatro San Fernando era una joya inaugurada en 1847. Lo tiraron sin que nadie protestase

–¿Quiénes fueron sus principales colaboradores?

–Fue elaborado por Francisco Manuel Coelho y grabado por José Amat. El plano tiene algunos errores, sobre todo en denominaciones de calles. Por ejemplo, confunde la calle Matahacas con la calle Sol.

–La manera de entonces de nombrar las calles no se parecía en nada a la actual.

–No existía esta mentalidad de hoy, que comenzó en el XIX, de usar el nombre de las calles para homenajear a determinadas personas. Antes, si había una calle con nombre de persona era porque vivía allí.

–Algunos de aquellos nombres antiguos hoy nos resultan extraños.

–Hay 16 calles que se llaman “sucia”, imagínese la situación higiénica de la ciudad.

–¿Se podían repetir los nombres?

–Sin ningún problema. Y algunas calles no tenían denominación alguna.

–Ahora se le pone nombre hasta a la última esquina.

–Y si la calle se puede dividir en tres partes para quedar bien con todo el mundo se hace sin ningún problema. Aún así, lo más interesante del plano de Olavide es la división en cuarteles, barrios y manzanas.

–Era un plano racionalista.

–Totalmente, y todas las casas estaban numeradas. Era el mapa de un ilustrado, como era lo habitual en los ministros de Carlos III.

–Hace años hice un reportaje sobre la rapiña de los famosos azulejos de cuarteles, barrios y manzanas. ¿Se ha parado ese problema?

–Sí, porque hemos hecho un catálogo de los 102 azulejos que quedan. En su momento hubo unos 3.600, pero muchos desaparecieron por los derribos o por el mercadeo. Las cosas catalogadas e inventariadas son mucho más difíciles de robar.

Hemos catalogado los 102 azulejos de Olavide que quedan. Lo que se inventaría es más difícil de robar

–Dígame un nombre de calle antigua ya desaparecida que le guste especialmente.

–La calle de la Posada del Cristo, que es actualmente San Diego. La pequeña calle Pablo de Olavide, que va desde San Eloy a O’Donnell, se llamaba “de la pulga”. Olvide fue el que urbanizó las márgenes del Guadalquivir donde hoy se ubica el paseo Marqués de Contadero. Él mandó plantarlas de álamos y las llenó de bancos para el disfrute de la población. A Olavide también debemos las primeras ordenanzas de limpieza de la ciudad, el alumbrado... quiso hacer de Sevilla una ciudad europea del momento, todo según el espíritu ilustrado.

–¿Qué valor tiene el plano de Olavide para los historiadores?

–Enorme, porque se puede ver claramente la Sevilla medieval. Todavía están todos esos conventos que no se derribaron hasta el XIX, las calles antiguas... La única gran operación urbanística de la época fue la que hizo Olavide, junto a Manuel Prudencio de Molviedro, en el barrio del Compás de la Laguna.

–La antigua mancebía de Sevilla, el barrio oficial de la prostitución durante el Siglo de Oro,

–Al Compás de la Laguna se entraba por el arco de Atocha (se llamaba así porque tenía una virgencita de esta advocación), que estaba a la altura del que fue el restaurante de Enrique Becerra. La puerta secundaria, en lo que hoy es la calle Mariano de Cavia, se usaba por la noche y se llamaba “del golpe”, por el sonido al llamar. Toda esa zona fue completamente regenerada por Olavide, quien además convenció a la burguesía sevillana para que se trasladase a vivir allí. Se construyeron casas magníficas. Algunas todavía se pueden ver en la calle Castelar. Otras, como el Palacio de Molviedro, desgraciadamente se derribaron en los años sesenta.

–¿Qué mas cosas vemos en este plano?

–Los conventos de monjas de clausura que había en la calle Sierpes. Posteriormente, fueron de los pocos conventos femeninos que fueron desamortizados. La desamortización afectó sobre todo a los cenobios masculinos, porque se estimaba que los hombres debían llevar una vida activa, pero las mujeres era mejor que estuviesen recogidas.

–¿Y entonces por qué se desamortizaron estos conventos femeninos de la calle Sierpes?

–Porque estaban en la milla de oro del momento.

–Sobre los ilustrados aún pesan muchos tópicos.

–Es cierto que hay muchas verdades a medias sobre los ilustrados. Por ejemplo, se suele decir que todos eran muy descreídos, pero eso no es así. Muchos eran religiosos, pero desprendidos de esas formas medievales que se centran en las imágenes y los milagros. Detestaban las reliquias y las supersticiones. Su gran devoción, al igual que Carlos III, fue Jesús Sacramentado.

–¿Por qúe?

–Porque es una religión mucho más intelectualizada, menos pasional que la barroca.

Muchos ilustrados eran religiosos. Su gran devoción era Jesús Sacramentado, como Carlos III

–Usted fue una de las organizadoras del IV centenario de Nicolás Antonio, sevillano más que desconocido pese a su importancia.

–Tuvo la mala suerte de nacer en 1617, casi el mismo año que Murillo, por lo que el quinto centenario de su nacimiento pasó también desapercibido. Es el más desconocido de los grandes sevillanos. Fue el que más sabía de libros en el siglo XVII. Hizo dos obras magnas: Biblioteca Hispana Nova y Biblioteca Hispana Vetus. En estas pretendió hacer un catálogo de todo lo que había sido escrito por autores españoles o en español, desde los tiempos más oscuros. Al estar en el siglo XVII, también se incluía a Portugal. Metía a todo el mundo sin excepción: heterodoxos, mujeres (algo inaudito), a los que escribían en hebreo... Daba datos esenciales, autor, fecha de publicación, una breve reseña del contenido... Era sevillano y permaneció aquí muchos años. Sobrevivió a la peste de 1649, que la pasó en el monasterio de San Benito, donde empezó a escribir su obra. Después estuvo muchos años en Roma y murió en Madrid, en el Convento del Espíritu Santo que derribaron en el siglo XIX para levantar el edificio de las Cortes.

–Es usted una ateneísta de pro.

–Sí, creo firmemente en la labor que hace el Ateneo en la ciudad. Se hacen muchísimas actividades. Ahora nos vamos a meter a tope en la celebración del centenario de la Generación del 27.

–La gente no suele saberlo, pero la famosa foto del considerado acto fundacional del 27 no fue en el Ateneo, aunque sí era un acto organizado por esta institución.

–El lugar fue la Sociedad Económica de Amigos del País. La reunión famosa fue en diciembre y la sede del Ateneo de la calle Tetuán estaba patas arriba por la organización de la Cabalgata.

–Se declara amante de las tradiciones sevillanas. Parece que están más fuertes que nunca, ¿no?

–Pero se han perdido muchas cosas, como algunas veladas de barrio, la Feria de San Miguel... Sobre las cofradías sería necesario hacer una buena divulgación, porque se repiten muchos tópicos y errores. Ahora estoy trabajando en las relaciones entre las hermandades y los conventos. Estoy ultimando un libro sobre el asunto. Hay una vieja implicación que hoy se desconoce. Muchas hermandades se fundaron en conventos, como por ejemplo la Veracruz, que lo hizo en la Casa Grande de San Francisco.

–En lo que hoy es la Plaza Nueva.

–Sí, por su parte, en el antiguo Convento de San Agustín, en la Puerta de Carmona, radicaba la gran devoción de la ciudad en los siglos XVI y XVII, el Cristo de San Agustín, que lo quemaron en el asalto a la iglesia de San Roque. El Cristo había abandonado el convento cuando lo desamortizaron en el XIX. Ahora dicen que, por fin, van a hacer un hotel.

–Con proyecto de Cruz y Ortiz.

–Se conservan aún restos muy valiosos, como una portada de Hernán Ruiz II.

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