Toros

David Galván corta una oreja en Barcelona sufriendo una conmoción

  • El novillero catalán Jesús Fernández corta dos orejas y abre la puerta grande

Jesús Fernández cortó dos orejas y abrió la Puerta Grande de la Monumental de Barcelona, ayer, en un festejo en el que David Galván paseó otro apéndice y resultó volteado, y Rafael Cerro, también arrancó un trofeo en su primero y escuchó los tres avisos.

Cinco novillos de Valdefresno y uno -el primero- de Hermanos Fraile Mazas, bien presentados y de buen juego, a excepción del deslucido sexto. El mejor, el cuarto, aplaudido en el arrastre,

Jesús Fernández: estocada (oreja); y estocada (oreja tras aviso). David Galván: pinchazo y estocada (vuelta tras aviso); y pinchazo y caída (oreja). Rafael Cerro: estocada (oreja tras aviso); y dos estocadas ladeadas, dos pinchazos, tercer aviso y el novillo devuelto (silencio tras tres avisos). En cuadrillas, Talaván saludó tras banderillear al tercero.

En la enfermería fue atendido David Galván de "traumatismo craneoencefálico y facial, así como de contusión facial suprafiliar derecha y erosión en la misma zona con pérdida de conocimiento momentáneo y amnesia. Pronóstico reservado, pendiente de estudio neurológico". .

El catalán Jesús Fernández saludó a su primero con una larga de rodillas y posteriores verónicas de notable enjundia. Con la muleta empezó el trasteo de rodillas corriendo bien la mano. Y ya de pie toreó con exquisito gusto por los dos pitones conectando mucho con el tendido.

Mejoró Fernández su actuación en el cuarto, al que también recibió con una larga en el tercero. Brilló a gran altura con la muleta de nuevo sobre las dos manos, con temple y hondura, amén de los remates y adornos entre series, muy a modo, y las manoletinas con las que epilogó su labor. Paseó otro apéndice, que le valió para abrir la Puerta Grande.

David Galván instrumentó una primera faena voluntariosa pero ayuna de temple. Muchos pases pero ningún poso. En el quinto cambió la decoración de su actuación. Firmó buenos pasajes en el toreo a derechas con la muleta, aunque prolongó la faena en exceso dando tiempo a que sonara un aviso. A la hora de matar sufrió una aparatosa voltereta, quedando inconsciente en el ruedo.

Rafael Cerro causó buena impresión en su primero. El sexto, el peor del encierro, no le dio facilidades por lo que quiso abreviar sin conseguirlo.

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