Real Madrid-Sevilla FC | La lectura de Pablo Machín

Nulo hasta en el discurso que tanto gusta

  • Pablo Machín echa un doble borrón en su hoja de servicios al amilanarse en el Bernabéu 

  • Ni supo corregir el desaguisado ni asomó la autocrítica en sus declaraciones posteriores

Pablo Machín, guarecido en el banquillo del Santiago Bernabéu, una metáfora del partido.

Pablo Machín, guarecido en el banquillo del Santiago Bernabéu, una metáfora del partido. / Rodrigo Jiménez / Efe

Pablo Machín se ganó al sevillismo desde el minuto uno con su medido, directo y sencillo discurso. Luego, expuso su plan de juego, no le funcionó, lo corrigió sin renunciar a los tres centrales, hizo de la necesidad virtud y creó un buen equipo con una medular compuesta por un medio creativo, Banega, y dos mediapuntas, Sarabia –extremo en origen–, y Franco Vázquez –un trequartista, un mediapunta puro–, por el cúmulo de lesiones, las de Amadou y Gonalons. Sin embargo, lleva ya un tiempo el Sevilla con síntomas de fatiga, de imprecisión, de falta de tono en ese trío que tan bien funcionaba. Y en el anticlímax del Sevilla, desinflado hasta su sima del Bernabéu, Machín ha dado un pasito atrás incluso en su discurso.

Es el doble borrón que echó sobre su hoja de servicios Pablo Machín en Madrid. El entrenador soriano no sólo no supo corregir el desaguisado de un equipo roto por el eje, sino que al término del partido no tuvo ni un ápice de autocrítica, hasta llegar a aseverar que el Sevilla "tuvo el partido controlado hasta el minuto 80" y que el 2-0 fue "un marcador más abultado de lo que debería". Hasta el punto de excusarse en que el Sevilla se encontró al mejor Real Madrid de los últimos tiempos... En fin. Excusas ante el grande.Ante el Athletic en casa (0-1), Amadou y Roque Mesa demostraron que están en mejor forma que Banega y Sarabia. Han jugado menos, claro, y los futbolistas tan técnicos necesitan resuello, fuelle, para exponer sus mejores virtudes. Ambos, Sarabia y Banega, propiciaron el inicio de la única ocasión, la única, de todo el partido con un robo del madrileño prolongado por un buen pase vertical del argentino que derivó en el pase de continuidad de Ben Yedder a Escudero. Ahí murió el Sevilla. Ahí bajó los brazos. Y por ahí empezó a perder el partido.

Luego fue un pelele en manos de un Madrid enardecido que pedía un rival enfrente con más energía, con más brío, con más presencia. Roque Mesa no estaba por sanción y eso se juntó con que Franco Vázquez, a raíz quizá del cabezazo con Modric, se desnortó aunque pusiera voluntad de ir a no se sabe dónde. Y Machín no sólo no fue capaz de ver el naufragio de una medular cargadísima de partidos desde el 26 de julio, sino que se autoexculpó echándole flores al rival. Claro, es lo normal en el Santiago Bernabéu. Es la excusa perfecta. Un año tras otro.

El Sevilla de Machín ha bajado un escalón y la única ventaja es que está a tiempo de retomar la senda. Hay futbolistas subiéndose al carro y el soriano debe volver a una gestión más adecuada de la plantilla que tiene entre manos. Pero, mientras, el Sevilla volvió a amilanarse en el Bernabéu y ahora llega el Barcelona en la Copa. Que pase el siguiente grande... Pero que no haya más excusas.

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